Cishomonormatividad en la Vieja Tierra
Cishomonormatividad en la Vieja Tierra
Los alumnos entraron en el aula y se acomodaron en sus sitios charloteando animadamente, aún excitados tras la adrenalínica clase de gimnasia de la hora anterior. Matilda les observó pacientemente, atenta a elegir el momento más adecuado para interrumpirles. No quería precipitarse, siempre era mejor dejarles que se descomprimiesen un poco, especialmente sí venían de hacer ejercicio. Pocos minutos antes, había manipulado los mandos del sistema de climatización del aula, bajándolo de unos templados 25º C a unos más frescos 20º C. Por experiencia sabía que un poco de frío mantenía a los alumnos tensos, centrados y activos, mientras que el calor tenía el efecto contrario. Ella era friolera y tembló ligeramente al sentir bajar la temperatura, mas ese era el precio a pagar a cambio de asegurar el éxito de su labor docente, especialmente ante el complejo tema que tenía que explicar aquel día. Cuando vio la oportunidad, impuso su potente voz sobre el jolgorio reinante, logrando que todos sus pupilos callasen y concentrasen ojos y orejas sobre ella. Una vez tomado control y asegurada su autoridad, Matilda comenzó con la lección:
-En la clase de hoy vamos a hablar de la cishomonormatividad, un concepto acuñado en Vieja Tierra a comienzos del S. XXI de la Antigua Era Común [AEC en adelante] y que, pese a que en su propia época ya era anacrónico, fue un lastre que aún tardaría un par de siglos en desaparecer por completo de todas las sociedades humanas, concretamente hasta el intervalo que abarcó a las generaciones Épsilon, Zeta y Eta, las últimas en las que el Homo Sapiens estuvo solo como especie protagonista de una civilización tecnológica.
Matilda tomó aire y siguió.
- La idea de la cishomonormatividad nació con vocación crítica, con ánimo de remarcar el hecho de que la superación del primitivo heteropatriarcado no había hecho más que dejar paso a un nuevo dogma discriminador solo un poco más abierto que el anterior, pero igualmente repleto de sesgos... y tabús... Veo muchas caras de desconcierto... ¿quienes habéis cursado la asignatura optativa ‘Antropología histórica del Homo Sapiens’?
Solo se alzaron tres brazos de oscura piel olivácea entre la veintena de alumnos que se hallaban distribuidos en el acolchado anfiteatro del aula, convenientemente aclimatados por el sistema de aerotermia y protegidos por una cúpula de cristal tintado y polarizado que amortiguaba amablemente los rojizos rayos de luz que caían del cielo. La profesora suspiró resignada, ya se había imaginado aquello, aquella no era una de las optativas más populares.
- Era de suponer... - suspiró Matilda - en fin, a pesar de que no es materia de este curso, os haré un breve resumen.
Reordenó rápidamente sus ideas y arrancó su explicación.
- A lo largo de la evolución sociocultural del Homo Sapiens en Vieja Tierra, sus roles de género y su entendimiento de la sexualidad fue cambiando y avanzando, pasando en su camino por etapas realmente oscuras. Aunque desde nuestra perspectiva actual nos resulte extraño, su especie contaba con dos géneros biológicamente diferenciados, hombre y mujer, masculino y femenino, el pack básico asociado a su condición de mamíferos que estudiasteis el año pasado en clase de Biología.
No sabemos muy bien cual fue la relación entre hombres y mujeres durante las decenas de miles de años del periodo Paleolítico, cuando todo dependía de la caza y la recolección, pero se sospecha que al comenzar el neolítico, en torno al milenio - 9 AEC, las sociedades que empezaban a sedentarizarse en aldeas y a vivir de la agricultura y la ganadería, tenían un perfil matriarcal, es decir, estaban dominadas por mujeres. Dichas mujeres serían veneradas en calidad de garantes de la fertilidad, mientras que el acto sexual biológico debía de considerarse como algo sagrado, un don otorgado por los dioses no solo como fuente de placer, sino también como garante de la perpetuación del grupo al traer al mundo a nuevas generaciones prestas a tomar el relevo.
- ¿Experimentaban placer haciendo... “eso”? - Interrumpió Lester.
Matilda ya se había esperado aquello, estando en aquella edad era inevitable que a algunos de sus alumnos el tema les diese curiosidad e incluso morbo. Y Lester era de los que no dejaban pasar una buena oportunidad para hablar de cosas de adultos.
- Sí, en general disfrutaban acoplándose sexualmente - contestó prudentemente Matilda - El profesor Oliver seguro que os puede contar más cosas en su asignatura ‘Biología Animal’, no dudéis en preguntarle todo lo que queráis saber sobre el tema.
“Chúpate esa Oliver” se regodeó Malilda para sus adentros, aquel tipejo arrogante nunca le había caído bien.
- Pero ahora sigamos con nuestro viaje a lo largo de la historia. Imaginad a respetadas matriarcas iluminadas por el fuego en el interior de una cueva, danzando coloridamente pintadas y decoradas, presidiendo elaborados rituales ante dioses y espíritus con el objetivo de garantizar la fecundidad y la abundancia. Era un mundo igualitario que no tardó en complicarse para mal.
Matilda paró para beber un breve trago de su botella de agua y siguió antes de que alguien aprovechase la pausa para desmadrarse.
- Las primeras ciudades trajeron consigo más tecnología, más riqueza, más acumulación de poder y más desigualdad social. Los mapas se hicieron cada vez más grandes, el mundo más pequeño y los limitados recursos más codiciados, lo cual inició un devastador ciclo de guerras que fue protagonizado por la población masculina, gran parte de la cual pereció violentamente. Las mujeres fueron esenciales para mantener funcionando a las sociedades durante esta etapa tan crítica, pero dicho sacrificio no fue debidamente recompensado, ya que ahora era la guerra y la conquista de territorios y recursos la fuente de poder y respeto, y no la veneración a la fecundidad femenina y la armonía con las fuerzas mágicas de la naturaleza. La violencia, alimentada por la testosterona masculina, campaba a sus anchas. De este modo, en la mayor parte de las sociedades las mujeres fueron relegadas a un segundo plano, e incluso sus derechos pisoteados. El famoso filósofo griego Aristóteles llegó a calificar al género femenino como sub-humano, un elemento inerte y pasivo.
Naturalmente esta tendencia no fue homogénea, siendo peor en algunas sociedades y mejor en otras.
Sin embargo, el advenimiento de las religiones abrahámicas supuso un golpe devastador para las mujeres Homo Sapiens que tuvieron que sufrirlas, y... No me miréis así de nuevo, el año pasado cursasteis la asignatura ‘Historia de las religiones’ y en el temario se incluían los credos abrahámicos de Vieja Tierra.
Las caras de póquer de sus alumnos no le gustaron nada a Matilda, pero aún así continuó; iba mal de tiempo y aún no había llegado a la parte más delicada de la lección.
- El caso es que en estas religiones el sexo pasó a ser considerado como un pecado, las mujeres el pérfido receptáculo de dicho mal, y el acto del apareamiento solo podía estar orientado a fines reproductivos y siempre dentro del matrimonio. Las féminas de aquel periodo fueron privadas de los pocos derechos que les quedaban, y en su gran mayoría sojuzgadas y encadenadas a las tareas domésticas y de cuidado de los hijos.
- ¿Pero y las reinas como Cleopatra o Leonor de Aquitania? - Preguntó Alisia, una de sus alumnas favoritas y una de las pocas alegrías que le daba aquella clase.
- Sí, hubo reinas y poderosas aristócratas que alcanzaron gran fama y poder, pero fueron la excepción y no la norma, e incluso ellas tuvieron las cosas mucho más difíciles que sus homólogos varones. Peor aún lo tuvo el colectivo homosexual, es decir, mujeres que se veían atraídas por mujeres y hombres que se venían atraídos por hombres, ya que mientras que esta orientación había sido en general aceptada hasta entonces, dentro del judaísmo, el cristianismo y el islam se la consideró un terrible delito. Incluso hubo reyes que fueron ejecutados por ello, como Eduardo II, del legendario reino de Inglaterra, de quién se cuenta que fue acusado de sodomita (practicante de la homosexualidad), apresado, y murió horriblemente cuando le introdujeron un atizador al rojo vivo por el ano.
Matilda disfrutó observando las caras de fascinado horror de sus alumnos. Probablemente aquella historia sobre Eduardo II fuese apócrifa, pero había conseguido volver a ganar su atención con ella.
- Sólo la heterosexualidad, la atracción de hombres por mujeres y viceversa, estaba permitida en aquellas sociedades, y sólo bajo los grilletes del credo abrahámico de turno. Dentro del cristianismo incluso se definió una postura como la única aceptada en la práctica del coito heterosexual intramatrimonial, la llamaron la postura del misionero: el hombre activo y encima, la mujer pasiva y debajo, y solo con la posibilidad de experimentar el placer justo y necesario para que se produjese la fecundación y cumplir con el precepto bíblico de “creced y multiplicaos”.
- ¿En serio les gustaba copolar de esa manera? - Preguntó Lester, que no estaba dispuesto a darse por vencido tan fácilmente.
- Se dice copular, y algunos Homo Sapiens disfrutaban con ello, mientras que otros lo hacían solo porque entendían que era su obligación. Piensa que las mujeres muchas veces eran obligadas a emparejarse con hombres que no les gustaban, y se exigía de ellas que se quedasen embarazadas para dar a luz a herederos, preferentemente herederos varones, gran parte de las ocasiones muriendo dolorosamente en el intento. Así que, en casos así, no es de esperar que estas mujeres disfrutasen mucho apareándose.
Lester bajó la cabeza, visiblemente afectado. “Bien” pensó Matilda, satisfecha al comprobar que la dureza de sus palabras había cumplido con su objetivo.
- Esta calamitosa represión sexual y de género, que ahora nos sonroja estudiar, no empezó a mejorar hasta el S.XX AEC. Fruto de heroicas luchas y gracias a enormes esfuerzos, la igualdad entre mujeres y hombres fue estableciéndose y la homosexualidad aceptándose. Se acuñó el término “heteropatriarcado” para aglutinar al conjunto de ideas y prácticas de las que gran parte de la población Homo Sapiens quería alejarse, después de tantos siglos de sufrirlas. Se necesitaba dejar atrás la primacía discriminatoria de la heterosexualidad y de los varones. Naturalmente la lucha contra el heteropatriarcado no sería ni rápida ni sencilla, y durante la misma muchos cayeron en un nuevo error: se equivocaron en reducir la sexualidad humana a una simple dicotomía entre homosexualidad y heterosexualidad, así como en no ver más allá del binomio femenino - masculino. ¿Alguna duda hasta aquí?
- ¿Puedes subir un poco la temperatura del aula? - Rogó Erika, abrazándose el cuerpo como si estuviese en el polo norte del planeta.
- No. Y ya que no tenéis dudas, sigo. Los avances tecnológicos fueron poniendo en entredicho esta simplificación entre blanco y negro, entre hombre y mujer, entre homo y hetero. El desarrollo de distintas técnicas de reproducción asistida, en especial la fecundación in vitro, consiguieron que la perpetuación de la especie ya no tuviera que depender en exclusiva del coito heterosexual. Por otro lado, la posibilidad de poder cambiar de género mediante cirugía y/o tratamientos hormonales, desdibujó la hasta entonces pétrea frontera entre hombre y mujer. Algunas personas transgénero comenzaron a auto-percibirse como pertenecientes a un género no binario, es decir, no se identificaban ni con el género femenino ni con el masculino, pudiendo encajarse en un tercer género o en ninguno en absoluto. En el año 2014 AEC la justicia de la India, una muy poblada nación de Vieja Tierra, admitió la existencia de un género neutro, haciendo hueco al pronombre “ello” entre “él” y “ella”. Del mismo modo, ni la heterosexualidad ni la heterosexualidad resultaron ser orientaciones monolíticas; ambas podían mezclarse en diferentes grados en la bisexualidad, anularse por completo en la asexualidad, o difuminarse neblinosamente en la grisexualidad, mientras que muchas personas de “género fluido” iban viendo evolucionar su orientación a lo largo de sus vidas.
No obstante, no os llevéis una impresión equivocada, ya que esta revolución sexual y de género tardó en abandonar los círculos de la clase media-alta más intelectual y permear a las distintas sociedades de Vieja Tierra. En el S. XXI AEC mayor parte del planeta aún seguía anclada en viejas tradiciones, los heterosexuales abarcaban a más del 90% de la demografía, y la mayoría de las personas carecían de los recursos necesarios para poder permitirse un cambio de sexo en caso de desearlo o necesitarlo. Y muchos ni siquiera contaban con los conocimientos suficientes como para poder auto-descubrir su orientación sexual real, más allá de los dogmas sociales que se les imponían.
Fueron tres los factores determinantes para poner fin de una vez por todas al paradigma de la cishomonormatividad.
El primero, fue el Nuevo Renacimiento que floreció en Vieja Tierra a partir de las primeras décadas del S.XXII AEC, superado el Gran Colapso con el que se cerró el siglo anterior. La recién nacida Federación Terrestre, con capital en Nueva Samarcanda, impuso la paz y la prosperidad sobre la vapuleada superficie del planeta, con lo cual por vez primera el grueso de la población del Homo Sapiens tuvo un acceso total a la cultura y a la alta tecnología. Los conceptos ya por entonces antiguos del género no binario, la transexualidad o el género fluido, encontraron nuevos modos de enriquecerse y extenderse.
El segundo, que habría sido imposible sin el Nuevo Renacimiento, fue el auge del transhumanismo. Por ejemplo, según avanzaba el S.XXII el colectivo cíborg se incorporó a la ecléctica sociedad del momento. El tabú de la inviolabilidad de la esencia humana fue superado y muchos Homo Sapiens se lanzaron con fervor a fundirse con la electrónica y el ciberespacio. Para muchos de ellos, el interés por el sexo pasó a segundo plano o incluso desapareció en el momento en que se vieron expuestos a sentidos nuevos con los cuales explorar oníricas realidades virtuales, por no hablar de las infinitas alquimias que se cocinaron entre ellos, llevando a la sinestesia más lejos de lo que nunca se hubiera creído posible. También aparecieron por supuesto nuevas filias sexuales, interacciones eróticas con seres fantásticos, objetos virtuales o incluso ideas puras que ningún heterosexual u homosexual tradicional jamás habría podido llegar a entender. Igualmente debemos de hablar de los mutantes, aquellos humanos que optaron por modificar su genética. Entre ellos se puso de moda el hermafroditismo, aunque también surgieron nuevos conceptos que habrían resultado absurdos a un Homo Sapiens de siglos anteriores, como por ejemplo los tentáculos empáticos que el género de mutantes Homo Tesseris implementó sobre sus cráneos, siendo conocidos popularmente como “Medusas” en alusión a la mítica gorgona de la mitología griega. Cuando estos Tesseris entrelazan los tentáculos de sus cabezas consiguen una conexión empática y sensorial tan fuerte que en sus palabras deja muy atrás al viejo placer de la unión sexual tradicional, no teniendo ningún significado para ellos las divisiones y orientaciones de género clásicas. Podría hablar mucho más de las distintas facetas y fases de la evolución transhumanista de las diferentes especies del género Homo, pero desgraciadamente no tenemos tiempo para ello.
El tercer y último punto, que nos atañe directamente, fue la exploración y colonización espacial, que si bien comenzó en un momento tan temprano de la historia como el S. XX AEC, no alcanzó su pleno potencial hasta el S. XXIII AEC con la construcción de las primeras naves interestelares. Durante el Nuevo Renacimiento de Vieja Tierra el establecimiento de distintas colonias en el Sistema Solar, en especial en Luna, Marte, Ceres y Calisto, demostró que el Homo Sapiens no estaba evolutivamente preparado para abandonar su planeta natal. La baja gravedad y la exposición a altas dosis de radiación por culpa del viento solar y los rayos cósmicos resultaron ser un muy grave problema para el cual la alta tecnología solo podía ofrecer aparatosos parches. A medida que las colonias extraterrestres prosperaban, pronto quedó claro que el Homo Sapiens de las generaciones Épsilon, Zeta y Eta iban a tener que coexistir con otras especies humanas. Más allá de los mutantes nativos de Vieja Tierra, que no dejaban de ser una exótica minoría, en Marte la ingeniería genética dio nacimiento al Homo Martis, humanos modificados para poder desenvolverse en las exigentes condiciones del Planeta Rojo. Pronto Luna, Ceres, Calisto y otras naciones extraterrestres siguieron el mismo ejemplo.
Como conmemoramos todos los años, la primera nave de colonos que llegó a nuestro planeta, hace ya casi mil años, estaba formada por nuestros ancestros de la especie Homo Iovi, procedentes de Calisto, pero ahora nosotros, los Homo Centaurus, somos distintos. Nuestros cuerpos perdieron las alas originales y debieron de adaptarse a una nueva gravedad, nuestros ojos se reconfiguraron para poder trabajar con el espectro infrarrojo que emite nuestra estrella Proxima Centuri, y nuestra piel entró en simbiosis con los nanorobots que la reparan y protegen de sus peligrosas fulguraciones de radiación. Además, si bien elegimos una identidad masculina, femenina o neutra, decidimos optar por el hermafroditismo autosuficiente, y el concepto más cercano a lo que los Homo Sapiens de Vieja Tierra entienden por sexo lo mantenemos a través de conexiones cibertelepáticas en grupo que son legales desde los 15 años en adelante... así es, ¡ya solo os queda un año para poder descubrir nuevas y apasionantes sensaciones!
En la asignatura troncal ‘Otras Humanidades’, que cursaréis el año que viene, podréis descubrir como otros humanos se han alejado aún más que nosotros de las ideas de género y sexualidad antaño imperantes en Vieja Tierra, algo especialmente notorio cuando pensamos en los
enjambres nómadas de la especie Homo Interestellar, cuyas distantes transmisiones tardan cada vez más décadas en llegarnos, por no hablar de los herméticos cíborgs inmortales de Teegarden, que se rumorea planean encerrarse en un Cerebro Matrioshka, y por supuesto sin olvidar a los seres simbióticos de Luyten, que afirman haber dejado de pertenecer al género Homo tras su fusión con la vida alienígena compleja de su planeta.
Como veis, el análisis y la exploración de conceptos tales como el heteropatriarcado y la cishomonormatividad nos maravillan ante la espectacular evolución biológica, tecnológica, cultural y social que han experimentado las distintas humanidades en los últimos milenios, y nos dan una idea de lo que podría esperarles a las futuras generaciones. Quién sabe, quizá nuestros descendientes decidan volver a separar sus sexos biológicos para poder copular al estilo Homo Sapiens - bromeó Matilda guiñando un ojo al sorprendido Lester.
Justo en ese momento, con una temporización que parecía intencionada, sonó el timbre marcando el final diario de las clases y los alumnos se levantaron en tropel sobre sus cuatro patas, abandonando sin demasiada cortesía el aula, ansiosos de poder jugar y galopar libremente por las floridas praderas de aquella región del planeta, camino a sus dispersas casas. “Esta juventud siempre igual de impulsiva” se quejó mentalmente Matilda, y acto seguido ajustó el termostato de la climatización de nuevo a 25º C; se estaba helando. Luego desenrolló y desdobló su ordenador personal sobre la mesa, tenía muchos exámenes que corregir y muchas clases que planificar.
Escrito por Iván Escudero
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