Batalla campal
Batalla campal Extender las alas y lanzarse al vacío para aprender a volar. Eso es lo que, según el folleto, podríamos realizar en aquel campamento. Pero en realidad era un nido de víboras. Una auténtica colmena donde las obreras luchaban por sustituir a una desaparecida abeja reina, sin hacer caso a las hormiguitas que aplastaban bajo sus botas con tanto ajetreo. Eso era yo: una simple hormiguita que luchaba por sobrevivir a esa especie de apocalipsis zombi (no es que hubiera muertos vivientes en el campamento, pero aquello era un "sálvese quien pueda" de manual). Todo comenzó el segundo día allí, justo en el desayuno previo a la primera sesión. El comedor era grande, y estaba distribuido por cabañas. Todas las hormigas a un lado y las abejas al otro, siendo los novatos quienes más alejados nos encontrábamos de la mesa principal. Como si temieran que les contagiáramos algo con nuestra inexperiencia. El desayuno fue frugal, básico: un poco de leche acompañada por un par de g