Desenfreno

 

Desenfreno

 

 – Ha sido increíble – suspiró el muchacho empapado en sudor y aún jadeando.

 – No ha estado mal, pero ahora debo de irme. Que te vaya bien Alberto – comentó Dashna, que ya había recuperado el resuello.

 – ¡Me llamo Álvaro! – exclamó indignado el joven.

 – Para mí Alberto y Álvaro son intercambiables. Los padres deberían de poner a sus hijos nombres más originales, como el mío. Pero bueno, sea como sea adiós – respondió ella levantándose de la revuelta cama y dirigiéndose a la puerta.

 – ¡Son pasadas las dos de la mañana!  Ya no hay metro y el siguiente autobús nocturno no pasa hasta dentro de dos horas… ¿Por qué...? ¿Por qué en vez de gastarte el dinero en un taxi no te quedas aquí a pasar la noche?

 – Porque no me apetece. Y no voy a coger un taxi.

 – ¿Tampoco vas a vestirte?

 – No.

 Dashna abandonó desnuda el apartamento mientras a sus espaldas oía gritar al escandalizado chico. Bajó por la escalera y salió a la calle. No había nadie, lo cual la congratuló. Además, la brisa de aquella noche de verano acarició sensualmente su piel, evaporando el sudor y refrescándola agradablemente. Por tu parte, las plantas de sus pies exploraron la textura áspera del asfalto, que aún irradiaba calor a consecuencia del tórrido sol de aquel día.

 – ¡Estás loca! ¡Te va a detener la policía! – exclamó Álvaro desde la ventana.

 A Dashna no le gustó que aquel idiota interrumpiese su paz de aquella manera, así que cogió una botella vacía que descubrió tirada junto al bordillo de la acera, y con suma fuerza y precisión la arrojó contra él. La botella voló por el aire hasta impactar con un golpe sordo contra la frente de Álvaro. Llegó a oír su cuerpo desplomarse inconsciente allá arriba antes de que el improvisado proyectil regresase a la calle y se hiciese añicos a unos escasos metros de ella. Dashna se alejó de allí a paso rápido antes de que algún vecino curioso cometiese el error de asomarse también a su ventana.

  Pudo disfrutar de un par de calles solitarias más antes de llegar a una de las grandes avenidas de la ciudad. Varios transeúntes se la quedaron mirando boquiabiertos y acto seguido comenzaron a hacerle fotos con sus teléfonos móviles. El conductor de un coche quedó totalmente hipnotizado ante su voluptuosa figura desnuda, lo cual le hizo estrellarse contra una farola, que derribó provocando un notable estruendo. "Mierda, la policía no va a tardar en venir incordiar" pensó Dashna mientras seguía caminando.

 Sin embargo, antes de que ello sucediese, un grupo de cinco adolescentes que cumplían rigurosamente con todos los detalles del estereotipo quinqui se plantaron delante de ella.

 – ¡Joder! ¡Pero qué cacho de pivón que tenemos aquí! – le soltó el que parecía ser el líder – Debes de ser cara de cojones, pero míranos, no somos gente rica, así que seguro que nos puedes hacer precio… ¿qué te parece todo lo que queramos a cambio de un euro?

 Sus compinches rieron la gracia mientras la rodeaban y uno de ellos le arrojó una moneda de un euro que rebotó contra el hombro de Dashna.

 – ¿Con quién quieres empezar? ¿O te atreves con todos nosotros a la vez? – dijo otro.

 Dashna rió antes de arrojar su puño contra el último chico que había hablado, sintiendo como trituraba su tabique nasal con sus nudillos. Casi inmediatamente después, uno de sus pies salió disparado contra la entrepierna de otro, haciéndole estallar un testículo y lanzar un alarido de dolor. Mientras ambos se derrumbaban, el cabecilla se abalanzó contra ella, pero Dashna le agarró del brazo y se lo retorció con brutalidad para después partirlo limpiamente con la rodilla, haciéndole chillar primero y desmallarse después, uniéndose en el suelo a sus compañeros caídos. Los otros dos quinquis, con rostros demudados por el terror, salieron corriendo como alma que lleva el diablo y Dashna no se molestó en perseguirlos.

 Siguió su paseo y una chica joven fue la siguiente en interceptarla.

 – ¿Estás bien? Qué pregunta… ¡Claramente no estás bien! Y encima estás sangrando… déjame que te ayude por favor, vivo aquí cerca… podemos llamar a una ambulancia desde allí, y a la policía… también puedo prestarte ropa…

 – La sangre no es mía, y muchas gracias por tu oferta, pero no necesito ayuda.

 – Pero… ¡No puedes ir así por la calle!

 – ¿Por qué no?

 – Pues porque… porque…

 Mientras la joven luchaba por encontrar las palabras una sirena se anunció repentinamente en la distancia, y su ulular fue creciendo según las luces azules del coche de policía se acercaban a su posición. A los pocos segundos el vehículo paró con un seco frenazo frente a ellas, y dos agentes se bajaron rápidamente de él. Eran un hombre y una mujer.

 – Pero muchacha… ¿Qué estás haciendo? ¿Qué te ha sucedido? – preguntó la mujer visiblemente preocupada y a la vez sin poder ocultar su desconcierto.

 – Nada de su incumbencia agente, sólo he decidido salir a dar una vuelta nocturna. Hace calor y he optado por prescindir de la ropa. La sangre no es mía, sino de unos macarras que tuvieron la desafortunada idea de molestarme. Y ahora, si por favor me lo permiten, me gustaría proseguir con mi paseo.

 – No va a ser tan sencillo jovencita –contestó el hombre – Evidentemente vas indocumentada, así que debemos de llevarte a la comisaría para proceder a tu identificación. Además, la ordenanza pública de esta ciudad prohíbe la desnudez en espacios públicos, con lo cual te tenemos que denunciar.

 – Qué norma más absurda, ¿y cómo sabe que voy indocumentada? Aunque no disponga de ropa con bolsillos aún hay lugares donde podría guardar mi identificación. ¿Quiere comprobarlo?

 Aprovechando que al policía se le subían los colores, Dashna le empujó y se precipitó hacia el interior del coche patrulla, en el cual por supuesto se habían dejado las llaves puestas. Arrancó y apenas dando tiempo de reaccionar a los policías pisó con fuerza el pedal del acelerador. El coche se propulsó con ímpetu hacia adelante casi arrollando a la chica que había intentado ayudarla, y si bien la puerta de su lado se cerró sola con la inercia, la agente consiguió agarrarse a la otra y arrastrarse hacia ella desde el asiento del copiloto, gritándole a todo pulmón que se detuviera. Llegados a un cruce, Dashna giró bruscamente hacia la derecha por otra calle, y la fuerza centrífuga hizo a la mujer salir volando hacia fuera, destrozando el cristal del escaparate contra el que fue a chocar. Con un nuevo volantazo, ahora a la izquierda, consiguió cerrar la puerta de la derecha. Tras ello siguió conduciendo por la ciudad, cada vez a más velocidad, esquivando temerariamente a los otros vehículos con los que se iba cruzando o a los que iba adelantando, disfrutando de la coreografía de sus cláxones más el acompañamiento del chirrido de sus neumáticos. Pronto se encontró con un par de coches de policía tratando de darle alcance, con sus sirenas aullando y sus luces azules iluminando la ciudad nocturna.

 – ¡Detenga su vehículo inmediatamente o tendremos que usar la fuerza! –Clamó uno de los policías perseguidores desde un megáfono.

 "Sí claro, estás tú que voy a parar justo ahora que la diversión acaba de empezar" pensó Dashna.

 Aceleró aún más, acercándose a los 100 km/h, y sus maniobras se volvieron más agresivas. Un tercer coche patrulla se cruzó en su camino tratando de cortarle el paso, y al no conseguir cumplir su objetivo se sumó a la persecución. En un momento determinado Dashna cometió la imprudencia de circular por una calle demasiado estrecha y tuvo que incursionar en la acera para esquivar a un camión de la basura. Botó en su asiento y las ruedas protestaron al golpear el bordillo, instante preciso en que un hombre salió de un portal. Dashna vio su imagen enfrente de ella como un fotograma efímero iluminado por los faros, fijándose en especial en su cara de sorpresa con la boca abierta en forma de "o", y al medio segundo siguiente el hombre fue arrollado salvajemente por el morro de su coche, golpeándose justo después contra el parabrisas, que convirtió en una telaraña de grietas manchada de sangre, para finalmente rodar como un muñeco de trapo por el techo cayendo en algún lugar tras ella.

 "Ya he matado, la cosa se va a poner seria de aquí en adelante" musitó Dashna para sí misma.

 Era un milagro que el motor siguiese funcionando después de aquel impacto, aunque el lamentable estado en el cual había quedado el parabrisas le hacía difícil seguir viendo por dónde iba y además había perdido uno de los faros. Regresó al asfalto, consiguió incorporarse a una calle más ancha e intuyendo una plaza en la lejanía condujo hacia allí. Estaba a punto de llegar cuando se le cruzó una motocicleta. Por fortuna la golpeó por el lado del copiloto, cuya parte del cristal reventó por completo, pero aún así sintió el lacerante latigazo de la sacudida en su espalda mientras notaba como ahora sí el coche perdía potencia. Al menos había conseguido llegar a la plaza. Frenó y por primera vez en un tiempo recurrió a su inventario.

 – Pócima pequeña de salud – recitó, y justo después una botellita repleta de un líquido rojo apareció en su mano. Le quitó de un mordisco el tapón de corcho y bebió de ella con fruición; sabía dulce. El dolor de su espalda desapareció.

 – Pócima de invulnerabilidad temporal – declamó ahora, y una nueva botellita apareció en su mano. Esta vez contenía un líquido amarillo oro de sabor ácidamente cítrico que igualmente sorbió hasta la última gota. 

 

<< Dispone de 300 segundos de completa invulnerabilidad >>

  

 Enunció una voz en off de timbre femenino dentro de su cabeza.

 Cuatro coches de policía la rodearon, y de ellos bajaron los correspondientes agentes de la ley que la apuntaron con sus pistolas. Apenas unos segundos después, dos furgones policiales llegaron al lugar. Los policías que bajaron de ellos contaban con armas de mayor entidad: escopetas y rifles de asalto, que por supuesto también dirigieron contra ella. Para completar el despliegue, en el aire tronó un helicóptero que la deslumbró con su potente foco. Se imaginó que desde él alguien la estaría observando a través de la mirilla de un rifle de generoso calibre. Cerca de ella descubrió el cadáver del motorista; la motocicleta no llegó a verla, debía de haber caído más lejos.

 – ¡Ponga las manos sobre la cabeza y arrodíllese! ¡De lo contrario dispararemos contra usted! Ya ha causado la muerte de tres personas, no permitiremos que termine con la vida de nadie más. – bramó un megáfono cuya localización no supo identificar.

 "Así que aquella mujer que trató de abordarme también murió..." – observó.

 – Rifle de plasma – Solicitó ahora a su inventario.

 La materialización del arma entre sus brazos asustó lo suficiente a la policía como para que empezaran a disparar a discreción sobre ella. La noche de llenó con una ensordecedora cacofonía de detonaciones de armas de fuego, pero ninguna bala llegó a alcanzarla, todas rebotaron contra el escudo invisible que la rodeaba. Entonces Dashna apuntó con su rifle a uno de los policías que justo en ese momento estaba insertando un nuevo cargador en su pistola, y lanzó contra él una resplandeciente centella de plasma que lo hizo estallar en llamas y quedar reducido a un humeante y carbonizado esqueleto que se desparramó en el suelo. Distintos gritos de pánico se sumaron al estruendo de los disparos y Dashna volvió a utilizar su arma. Esta vez acertó al depósito de un coche patrulla, que detonó en una flor de fuego que envolvió a los policías de alrededor, quienes rodaron por el suelo ardiendo y chillando horriblemente. Su tercer disparo se lo dedicó al helicóptero, al que acertó en la cola, que salió volando para ir a caer sobre un árbol. El cuerpo del aparato giró en el aire sin control hasta estrellarse contra un edificio cercano, explotando y lanzando fragmentos de cristal, metal y ladrillo en todas direcciones.

 "Cinco minutos pasan en seguida, me debe de quedar poco, debo de darle candela a esto" – se dijo Dashna poniendo el rifle en modo automático y arrojando furibundas ráfagas de centellas de plasma en todas direcciones. Los coches y las furgonetas estallaron, los policías se incineraron como si fuesen muñecos de papel y a su alrededor cundió el caos y la destrucción más absolutos.

 Cuando finalmente concluyeron los 300 segundos de invulnerabilidad, a su alrededor solo se oía el crepitar de las llamas y el breve susurro de la brisa nocturna. El aire olía densamente a cenizas, combustible y carne carbonizada. Lejos, en algún lugar, alcanzó a escuchar más sirenas y más gritos, pero no se acercaron. Después de la devastación que acababa de causar sabía que las autoridades locales acordonarían la zona, evacuarían lo más rápidamente posible a la población y llamarían al ejército para que interviniese con armamento pesado. Y si quería enfrentarse a tanques, misiles y aviones, necesitaría invocar a su meka gigante de combate. Recientemente lo había decorado con relámpagos, calaveras y una gran insignia del Adeptus Mechanicus en la zona frontal, además de mejorar su movilidad y añadirle un cañón láser de rayos gamma sobre el hombro derecho, pero lo que no tenía ya era tiempo.

 – Recoger rifle de plasma, gran pócima de esfera de soporte vital, gran pócima de vuelo anti-gravitatorio – recitó con rapidez.

 El rifle de plasma se desmaterializó regresando al inventario y en su mano derecha apareció una botellita conteniendo un insípido liquido gris, mientras que la botellita que se materializó en su mano izquierda estaba llena por un amargo y viscoso fluido morado. Apuró ambos recipientes.

 

<< Dispone de 800 segundos de esfera de soporte vital >>

<< Activada la habilidad de vuelo anti-gravitatorio durante los próximos 800 segundos >>

 

   Sin perder el tiempo, Dashna despegó del suelo y voló directa hacia el cielo. Debajo de ella la ciudad pasó a asemejarse a una maqueta, y poco después se redujo hasta quedar convertida en un salpicón de luces titilantes cuyo tamaño se iba reduciendo cada vez más, dejando asomarse a otros cúmulos de luminarias en sus proximidades. Al ganar suficiente altitud, Dashna disfrutó contemplando la curvatura del planeta. Aceleró todavía más, abandonando la atmósfera, y al volver nuevamente la vista atrás ahora pudo divisar todo el continente, que pese a encontrarse en el lado nocturno era perfilado por los diversos enjambres de luces que lo poblaban. Continuó alejándose y por fin pudo abarcar toda la esfera del mundo, con la media luna de su lado diurno brillando en un refulgente azul mezclado con el resplandeciente blanco de las caprichosas filigranas que formaban las nubes. Su objetivo era la Luna, que aún quedaba a unas cuantas decenas de miles de kilómetros de ella, así que forzando su habilidad se aceleró hasta alcanzar una velocidad vertiginosa. A pesar de que su burbuja de soporte vital le proporcionaba una temperatura, presión y composición de gases adecuada, además de protegerla de la radiación, el atrozmente inmenso y hostil vacío del espacio todavía la impresionaba. Y el silencio, el ominoso silencio. La luna fue creciendo delante de ella, mostrando cada vez con mejor detalle sus incontables cráteres, montañas, valles, planicies basálticas, fallas… normalmente solía ser un sitio completamente deshabitado, pero no aquella vez.

 – Mapa, localizar sitio de alunizaje de la misión Artemisa 3 – ordenó.

 En cumplimiento de su instrucción, un punto verde parpadeó dentro de uno de los cráteres y allí se dirigió, reduciendo calculadamente su velocidad para no generar ella misma un nuevo cráter. Cuando al fin pudo divisar el módulo de alunizaje, el punto verde se desactivó para no entorpecer su misión. Voló despacio hacia allí. La nave espacial parecía un enorme virus bacteriófago que se hubiera propuesto infectar aquel cuerpo celeste. Dos astronautas con la bandera norteamericana bordada en el hombro pululaban por allí, embarcados en alguna misión científica. Se posó grácilmente delante de uno de ellos, que trastabilló y se cayó de espaldas al verla. Ciertamente no era normal que, estando en la Luna, una atractiva muchacha desnuda se posase delante de ti. Su compañero, o compañera (era imposible discernirlo con aquellos abultados trajes espaciales en los que estaban embutidos) avanzó a saltitos hacia ella moviendo mucho los brazos. La visera de su casco era opaca, pero tras ella se imaginó una cara gesticulando enloquecidamente. El vacío que les separaba tampoco le permitía oír los gritos que sin duda estaría profiriendo.

 – Damas y/o caballeros – les interpeló Dashna de modo telepático – sé que mi presencia aquí, y el hecho de que les esté hablando directamente  a sus mentes, les resulta algo desconcertante y aterrador. Pueden considerarme una alucinación colectiva, si así lo desean. Tal vez la baja gravedad y los rayos cósmicos les han jugado una mala pasada a sus frágiles cerebros. Sin embargo, si dirigen la vista hacia el planeta Tierra, podrán asistir a un espectáculo aún más espectacular que yo, valga la redundancia.

 – Activar nivel deidad – solicitó Dashna hablando dentro de su burbuja.

 

<< Perfil premium reconocido >>

<< Nivel deidad activado >>

 

 – Sustituir el núcleo del planeta Tierra por otro exactamente igual pero compuesto de antimateria.

 

<< Dicha acción provocará la destrucción de todo lo que haya en 0,4 Unidades Astronómicas a la redonda >>

<< ¿Desea proceder de todos modos? >>

 

 – Sí.

  Uno de los astronautas zarandeaba al otro, que parecía haberse quedado hipnotizado mirándola. Dashna señaló hacia la Tierra, consiguiendo por fin que dirigiesen la vista hacia su mundo natal, una frágil media luna azul manchada de blanco que destacaba vivamente contra la profunda negritud del espacio. La media luna reveló su naturaleza esférica cuando un entramado de grietas amarillas la perfiló enteramente, siendo especialmente evidentes en su ahora visible lado nocturno. Las grietas aumentaron en profusión y en brillo hasta que tanto los astronautas como Dashna se encontraron contemplando una refulgente pelota amarilla, cuya luminosidad aumentó hasta ser cegadora.

 – ¡Activar filtro visual, moderar radiación electromagnética de alta energía! – gritó Dashna, que no quería quedarse ciega y perderse los últimos instantes.

 La intensa luz se redujo gracias al filtro y pudo contemplar como la esfera de un amarillo casi blanco en que se había convertido la Tierra se expandía a un ritmo insensato, inundando repentinamente todo el cielo hasta que…

 

<< ESTÁS MUERTA >>

 

  Informó un letrero que brotó delante de Dashna, ahora rodeada de una negritud aún más opaca que la del espacio exterior.

– Ver estadísticas resumidas – pidió.

 Un nuevo cartel apareció delante de ella desplegando la siguiente información:

 

Ø Duración de la partida:

 

o 5 días, 3 horas, 22 minutos, 9 segundos en tiempo de juego.

 

o 4 horas, 57 minutos, 48 segundos en tiempo real.

 

Ø Acciones destacadas realizadas durante la partida:

 

o Seres humanos asesinados: 8.213.468

 

o Estructuras y/o objetos destruidos: Un planeta.

 

o Comida ingerida:

 

- 3 pizzas tamaño familiar

- 2 hamburguesas

- 2 onigiris

- 1 bandeja de 8 piezas de sushi

- 3 bolsas grandes de risquetos

- 1 filete de buey con patatas al horno y salsa gaucha

- 1 bocata de calamares

 

o Bebida consumida:

 

- 3 botellas de vino

- 7 latas de cerveza

- 1 lata de refresco de cola sin azúcar

 

o Actividad artística realizada:

 

- Un grafiti

- Un cuadro al óleo

- Una escultura de basura

 

o Relaciones sexuales mantenidas:

 

- 6, de las cuales:

· 3 con hombres

· 2 con mujeres

· 1 con un peluche animatrónico

 

o Actividad deportiva realizada:

 

- Senderismo

- Ciclismo

- Alpinismo

- Monopatinaje

- Natación

 

o Lugares visitados:

 

- Roma

- La cima del Everest

- Tokyo

- Cráter del Ngorongoro

- Madrid

 

<< ¿Desea guardar estas estadísticas? >>

 

– Sí

 

<< Estadísticas de la partida con fecha 14/08/2716 guardadas >>

 

– Salir de la simulación.

 

<< Hasta la próxima >>

 

 Dashna se quitó el casco y abrió los ojos, regresando a su pequeño pero acogedor camarote en la Gladius. Se le había hecho tarde, la estarían echando de menos en el puente. Se vistió y corrió hacia allí, quería supervisar la maniobra de deceleración e inserción en la órbita del planeta TRAPPIST-1e. Ya tendría tiempo de regresar a la vieja Tierra del S.XXI en su próximo periodo de descanso. 

 

 Escrito por Iván Escudero Barragán

 


 

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