La Operación Althos

 

La Operación Althos

 

 En el año 2087 la superficie de la Tierra no era un buen lugar donde vivir: sobrepoblación, caos climático, escasez de recursos, contaminación rampante, terribles desigualdades económicas, guerra, y criminalidad, mucha criminalidad. Mientras los estados se desmoronaban lentamente bajo el peso de la corrupción y la inoperancia, organizaciones delictivas de todo tipo y condición prosperaban ocupando el hueco. Así, poco a poco, se iba constituyendo una suerte de sociedad feudal fundamentada en la violencia, financiada por las drogas y apoyada en la más alta tecnología. La extorsión, la trata de personas, los asesinatos ejemplarizantes y las muertes por sobredosis se habían normalizado hasta el punto de que la prensa ya ni se molestaba en comentarlo. Para la mayoría de la gente lo más seguro era depender del jefe mafioso local, pagarle tributo, hacerle todos los favores que te pidiera y confiar en que fuese lo suficientemente fuerte como para protegerte del ataque de bandas rivales.

 En medio de este oscuro panorama, la única nación del mundo donde aún imperaba la ley y el orden, la República Democrática de las Islas Canarias (RDIC), decidió hacer algo para enmendar las cosas y garantizar la supervivencia de su pacífico, ético y altamente amenazado estilo de vida. Puesto que contaban con unas exiguas fuerzas armadas y una relevancia diplomática prácticamente nula, solo les quedaba una opción a la que recurrir: la ciencia. Durante décadas habían destinado el 10% de su PIB a la investigación, y ahora dicho esfuerzo había dado sus frutos en forma de la Operación Althos.

 El doctor Airam, jefe de todos los laboratorios de biotecnología de las República, entró en el despacho de la presidenta exhibiendo una amplia sonrisa de suficiencia. Era un hombre alto y delgado, de macilento rostro dominado por una larga nariz aguileña y rematado en una puntiaguda barba poblada de canas. Sus ojos, negros como el espacio exterior, irradiaban confianza y determinación.

 – Los tenemos, señora presidenta, los biobots están por fin listos para empezar con la Operación – declaró con voz solemne, saboreando todas y cada una de las palabras que después de tanto tiempo por fin podía pronunciar.

 – Justo a tiempo Doc, precisamente esta mañana me habían informado de que el Sindicato del Crimen Godo, en colaboración con la Mafia Rifeña, estaban preparando una invasión contra nosotros desde la ciudad-pirata de Agadir… De todos modos, ¿se han implementado sobre esos chismes las medidas de seguridad que pedí? – preguntó de repente frunciendo el ceño y taladrando a Airam con sus inquisitivos ojos que todo lo querían controlar.

 – Sí, hemos limitado su tasa de reproducción para que no devoren el planeta como el temido grey goo de las novelas de ciencia ficción. Además, transcurridos seis meses tras su activación se autodestruirán, si es que no han sido neutralizados antes, lo cual es probable. Y siempre que hayan terminado con la vida de un objetivo, los biobots implicados están programados para degradarse en menos de una hora, a fin de que no sean detectados en una posible autopsia.

 – ¿Y está seguro de que sabrán discriminar a los objetivos?

 – Por supuesto señora presidenta. Como ya le adelantamos en la presentación de la semana pasada, los hemos entrenado sistemáticamente en reconocer los patrones mentales de aquellos seres humanos con características destructivamente psicopáticas o sociopáticas. Hemos hecho pruebas con varios prisioneros y solo aquellos carentes totalmente de empatía y/o notoriamente violentos murieron, el resto fueron perdonados por los biobots y ahora trabajan en nuestros talleres de reinserción social.

 – Muy bien Doc, por otro lado, espero que no haya demasiados daños colaterales entre nuestra población.

 – Alguno habrá, señora presidenta, hay personas químicamente malvadas a las cuales es imposible salvar de sí mismas, pero nuestros modelos nos muestran que solo el 1% de nuestra gente podría verse afectada. Y créame, estaremos mucho mejor sin ese 1%.

 – Que así sea. Le doy luz verde para proceder con la primera fase de la Operación Althos. Muchas gracias por su trabajo.

 – Perfecto señora presidenta. La mantendremos informada. – Y dicho esto, Airam realizó la reverencia de rigor e hizo mutis por el foro.

 Según lo planeado, los biobots fueron liberados sobre el planeta a bordo de una flotilla de drones stealth suborbitales y, tras ello, poco a poco fueron llegando los resultados al terminal de la presidenta. Las 72 horas posteriores al inicio de la operación no se recibieron reportes, lo que llevó a algunos ministros y consejeros a clamar que aquello era un fracaso y habían tirado el dinero a la basura, pero a lo largo de la cuarta jornada por fin comenzaron a llegarles buenas noticias. La invasión de las Islas Canarias por parte de Godos y Rifeños se había suspendido, al morir repentinamente los principales líderes de ambas organizaciones criminales, así como un cierto número de sus mercenarios.

 Al sexto día, la prensa por fin se atrevió a informar del derrumbe de las principales entidades delictivas del mundo, así como de un número significativamente alto de fallecimientos de CEO de grandes empresas junto a terribles cribas entre los miembros de sus consejos de administración y juntas de accionistas. Ciertos políticos sucumbieron igual de súbitamente. Toda la humanidad se sumió en el caos. En algunos territorios, lo que quedaba de las viejas naciones se lanzó a retomar las riendas del poder, nacionalizando los descabezados conglomerados empresariales y absorbiendo algunas estructuras criminales previa amnistía a sus miembros. Allí donde, o bien la maquinaria estatal había quedado ya totalmente inoperativa, o bien la mortalidad entre los políticos había sido crítica, se convocaron espontáneamente juntas de ciudadanos prestas a la autoorganización de sus zonas. 

 Transcurrida apenas una semana, la civilización humana se encontraba en plena reestructuración tras el terremoto que acababa de sacudirla. Aproximadamente un 0,8 % de la población mundial había fallecido de un derrame cerebral repentino, y no paraban de reportarse nuevos casos. Si bien a veces se lamentaba la muerte de un reputado cirujano o de un prestigioso abogado, en general los fallecidos eran personas indeseables a quienes nadie echaría de menos. Tras descartarse la actuación de un patógeno natural, los titulares de todos los medios de comunicación daban por hecho que aquello se había debido a un sofisticado ataque biotecnológico que algunos aplaudían pero todos temían.

 

¿Quiénes serán los siguientes en ser segados por la guadaña de la muerte? ¿los pedófilos? ¿los violadores en serie? ¿los cleptómanos? ¿los narcisistas patológicos? ¿las personas que no recogen los excrementos de su perro?

 

 Exclamaba en la primera plana de su editorial digital el prestigioso periódico The World Hoy. 

  Y aquel día la presidenta de la RDIC reunió al doctor Airam junto al Consejo de Ministros precisamente para dirimir dicha cuestión.

 – Doctor Airam, por favor resúmanos la situación actual y la proyección que usted y sus colegas han realizado para los próximos días – ordenó la presidenta reclinándose en su acolchado sillón. A lo largo de la última semana su largo pelo parecía haberse vuelto aún más blanco y sus ojeras todavía más pronunciadas, a pesar de lo cual su anguloso rostro y sus férreos ojos grises seguían emanando autoridad.  

 El doctor, aparentemente sin dejarse afectar por todas las miradas que se clavaban intensamente en él, se aclaró la garganta y comenzó su breve exposición.

 – Según los últimos datos actualizados, que les hemos remitido hace unos minutos a sus terminales, los biobots han causado la muerte al 0,63% de nuestra población. De ellos, el 78% de los casos se trataba de psicópatas a quienes teníamos identificados, mientras que el 20% han sido diagnosticados post mortem, y el 2% restante… confiamos en el criterio de los biobots sobre ese 2%. Asumimos que en los próximos días habrá más muertes hasta acercarnos al 1% pronosticado. Un porcentaje similar es esperable en el resto del mundo. Por el momento, ya han podido ver en las noticias como hemos purgado a la especie humana de sus peores malas hierbas y las consecuencias que ello ha tenido. Sin embargo, el tiempo apremia. Aún queda mucha tarea por hacer y solo es cuestión de tiempo que alguien identifique a nuestros biobots y prepare una defensa contra ellos.

 – ¡Pero usted afirmó que eran irrastreables! – se alarmó la ministra de defensa, una mujer fibrosa de piel oscura, corte de pelo militar, rasgos duros y mirada fría como el acero – Si el mundo descubre que hemos sido nosotros y decide tomar represalias, nuestras fuerzas armadas, aunque valientes y bien equipadas, no tendrían ninguna posibilidad de protegernos. Puede que incluso nos atacasen con armas nucleares.

 – No tiene por qué preocuparse señora ministra – contestó Airam con voz serena – como ya le informamos, pedimos prestados sus drones stealth para soltar los biobots sobre países totalmente aleatorios valiéndonos de su capacidad de vuelo suborbital. Hasta donde sabemos, ninguno de dichos drones ha sido interceptado ni rastreado, y no hemos dejado ningún patrón que pueda apuntar hacia nosotros. Sin embargo, dada la ingente cantidad de biobots que pululan ahora mismo por el planeta en busca de sus objetivos, es inevitable que tarde o temprano sean localizados. Recuerden que solo se autodestruyen tras acabar con los sujetos marcados para su eliminación, o bien pasados seis meses tras su activación. Al principio todas las organizaciones del planeta se volcaron en tratar de aislar un virus, bacteria, parásito, prion, nanobio o similar, pero cuando quedó claro el perfil tan definido de las personas que estaban muriendo, fue evidente que la causante de todo era un arma biotecnológica. No podrán saber quién ha fabricado los biobots, pero una vez que tengan un puñado de ellos en un laboratorio con el equipamiento adecuado, los estudiarán e implementarán contramedidas para anularlos lo antes que puedan. Ello sucederá en algún momento de los próximos veinte días, por ello debemos de actuar con celeridad.

 – Gracias doctor Airam – intervino la presidenta retomando el control de la reunión – Y es precisamente por eso por lo que estamos aquí reunidos. Aún queda mucha escoria suelta por ahí, y la ventana de oportunidad para destruirla es efímera. Tenemos que alimentar a los biobots con nuevos parámetros y proseguir con la limpieza.

 – Con todos mis respetos señora presidenta, si esos pequeños asesinos se esmeran demasiado en su labor mi ministerio pasará pronto a la irrelevancia.

 Quién había hablado era el ministro de Asuntos Exteriores, un apuesto joven de oscuro pelo ensortijado, seductores y carnosos labios siempre fruncidos en una sutil sonrisa, nariz respingona en una cara de rasgos gráciles, piel clara y enigmáticos ojos verdes.

 – Muy al contrario, señor Yeray  – contestó la presidenta con entusiasmo –   pronto su ministerio se verá desbordado de trabajo. Nuestra gloriosa república será la menos afectada por el tsunami que estamos a punto de provocar, y se erigirá como líder del nuevo mundo sobre el cual impulsaremos nuestros valores de ética humanista, orden y paz. Nuestros embajadores van a tener mucha tarea en los próximos meses.

 – ¿Y cómo decidimos quién vive y quién muere? – inquirió la ministra de Justicia, una mujer de pelo corto teñido de verde con evidente sobrepeso y cuyo redondo rostro era dominado por unas enormes gafas de pasta, un arcaísmo que había vuelto a ponerse de moda recientemente – Con los psicópatas y sociópatas era muy sencillo – prosiguió pero si queremos ampliar el catálogo de hijos de pu... de personas malvadas, vamos a tener que hilar más fino. 

 – Doctor Airam, por favor ilústrenos acerca de tan importante cuestión – ordenó la presidenta al científico.

 – Con mucho gusto, señora presidenta. Siguiendo con nuestra investigación, hemos mapeado la firma neurológica de un total de 12 perfiles mentales claramente peligrosos, algunos de los cuales ya han sido adelantados por la prensa. Pedófilos, violadores en serie, narcisistas, maltratadores, fanáticos religiosos… tienen la lista completa frente a ustedes. Sin todas esas manzanas podridas, tal vez la humanidad tenga una oportunidad.

 – Entiendo que de nuevo sufriremos pérdidas – interrumpió la ministra de Sanidad, una enjuta anciana de mirada sorprendentemente viva.

 – Sí, y esta vez serán más relevantes. Hasta el 3% en el mejor de los escenarios y el 5% en el peor. Pero ya hemos preparado un plan de contingencia para ello conjuntamente con los ministerios de Industria, Economía, Agricultura e Interior. Ha sido una actuación muy discreta y por eso no todos ustedes estaban informados. La cuestión es que nos podemos permitir el impacto, y a cambio tendremos importantes beneficios. Habrá menos bocas que alimentar y podremos ahorrar gastos tanto en seguridad como en establecimientos penitenciarios. El resto del mundo sufrirá bastante más, ya que no cuenta con la prevención que nuestro eficaz sistema educativo nos proporciona, ni tampoco está preparado para recibir el golpe, pero ese es el precio de la supervivencia a largo plazo. Y como ya se ha dicho, ello nos dará una ventaja significativa a la hora de liderar a la civilización humana de aquí en adelante. No se puede hacer una tortilla sin cascar huevos.

 – Muy bien damas y caballeros – interrumpió la presidenta, levantándose del sillón para dar más fuerza a sus siguientes palabras – Mi propuesta es programar a los biobots para que amplíen su catálogo de seres humanos indeseables a los que erradicar de la faz de la Tierra, en concreto alimentándolos con los 12 perfiles patológicos que el doctor Airam les ha señalado. Si no se identifican con ninguno de dichos perfiles, no tienen nada que temer. Nuestros satélites secretos transmitirán las oportunas órdenes encriptadas a los biobots que ya están en activo, mientras que volveremos a lanzar los drones para que arrojen nuevos refuerzos sobre el mundo. Personalmente opino que la turbulencia que causaremos será tan grande que los biobots tardarán bastante más tiempo en ser detenidos de lo que pronostica el doctor, pero, aunque se los consiguiese parar en solo veinte días, por entonces ya habrán marcado la diferencia para nuestra especie. ¿Quién está a favor de proceder de este modo y garantizar para siempre el bienestar de nuestra república y del resto de la humanidad?

 Los ministros se miraron entre ellos y poco a poco comenzaron a levantar las manos hasta que finalmente la aprobación fue unánime.

 – ¡Sabía que podía contar con ustedes! Dentro de cinco horas comenzará la segunda fase de la Operación Althos. ¡Acabamos de abrir las puertas de un futuro glorioso! ¡2087 será recordado como el año del comienzo de una nueva era!

 

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Año 2187 

Cercanías de la antigua megalópolis de 

Gran Madrid

 

 – Ya hemos llegado Héctor, ya puedes quitarte la venta de los ojos y comprobar por ti mismo que aquello que nuestra historia narra no es una leyenda, es real.

 Héctor se quitó la venda ceremonial, parpadeó al reencontrarse con la luz solar, y después abrió mucho los ojos, dejando caer su mandíbula como si se hubiese aflojado de repente. Casi se cae del caballo.

 – Pero… pero… ¡Son enormes! ¡Y qué altas! – exclamó el muchacho cuando recuperó el habla.

 – Sí, lo son. Se trata de las tumbas de nuestros antepasados.

 – ¡Pero son muchas! ¡Muchísimas!

 – Así es, nuestros antepasados eran muy numerosos, más que hojas en un bosque. Y también eran poderosos, por eso pudieron levantar esas enormes construcciones. Se dice que también podían volar, curar casi todas las enfermedades, comunicarse entre ellos a distancia de modo instantáneo y otros muchos prodigios.

 – Y sin embargo desaparecieron, fueron castigados por sus crímenes…

 – Me alegra ver que prestas atención a las lecciones de nuestra sabia bruja. Sí, los dioses les castigaron por su maldad y arrogancia. Querían apropiarse de la Madre Tierra y saquearla para satisfacer sus insaciables deseos. Naturalmente, los dioses, que protegen el orden y la armonía del mundo, no lo permitieron, en especial nuestra señora Gaia. Al principio, el dios Marte quería aniquilar a todos los seres humanos, pero la gran Gaia fue magnánima y permitió que aquellas personas de corazón puro y conducta recta sobreviviesen.

 – Solo una de cada cien personas fue perdonada.

 – Exactamente, eres más estudioso de lo que era yo a tu edad querido hijo. Y nosotros, como descendientes de esos elegidos, debemos de mantener la pureza en nuestros corazones y la rectitud en nuestros espíritus. Por eso, ahora que cumples la mayoría de edad, debes de acompañarme a visitar estas ruinas. Son lugares peligrosos, llenos de recovecos donde acechan perros enanos salvajes, ratas gigantes y también algún que otro gato sombra, pero no te preocupes, no serán rival para nuestro afilado acero, y nuestras nuevas armaduras de cuero nos protegerán, Patricia hizo un buen trabajo con ellas. Podrás ver cómo vivían nuestros antepasados, apiñados unos sobre otros en habitáculos diminutos, rodeados de extrañas máquinas que trabajaban por ellos y les hacían débiles y perezosos. Verás sus huesos tirados por allí y por allá.

 – ¿Sus cadáveres no fueron incinerados?

 – No, ni se realizó ningún rito funerario sobre ellos. Sus cuerpos fueron pasto de las alimañas y sus espíritus se disolvieron en la nada. Esa fue la venganza más cruel de los dioses.

  – ¡Qué horror!

 – Sí, por eso es tan importante que cada nueva generación aprenda de lo sucedido, como tú vas a hacer durante los próximos días. Vamos, ya puedes volver a tomar las riendas. Cabalgaremos hasta los pastos de las afueras y dejaremos allí a Flecha y a Brisa. Tendrán abundante hierba que comer, agua gracias a un arroyo que conozco, y nos esperarán hasta que regresemos. Las ruinas son laberínticas, llenas de obstáculos y deberemos de adentrarnos en ellas a pie. Aún te quedan muchos secretos que descubrir sobre el mundo antiguo, ¡vamos!

 Y padre e hijo galoparon hacia una fascinante aventura.  

 

Escrito por Iván Escudero Barragán

 

 



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