Cuarentena²

 Cuarentena²



Cuarentena: aislamiento preventivo al que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales. / Tiempo de 40 días, meses o años

Y es que me sentía como si hubiera estado en cuarentena 40 meses o 40 años, en lugar de los poco más de 40 días que había durado en realidad. Y como yo, así se sentía el resto de la gente. Pero como en la peli de la niña rubia de largo pelo (ya ni discernía entre productos infantiles o para adultos), al final ya se veía la luz. Lo que yo no sabía todavía era lo poco que me iba a durar esa visión.

La mañana no comenzó como cualquier otra. Nada de levantarse tarde e inventarse que estaba lloviendo para resistir el impulso de salir a la calle. Nada de evitar mirar por la ventana y así certificar que no era cierto. Poner un momento las noticias en la radio (había que comprobar que no fuera todo un sueño), acicalarme un poco para disimular la palidez y, por fin, salir a la calle para buscar dónde tomar el desayuno.

Un plan en apariencia redondo que pronto se deslizaría escaleras abajo, hasta derribar mi castillo de naipes tan cuidadosamente construido.

La cuestión es que salí a la calle, a respirar el aire que pronto recuperaría sus impurezas a causa del aumento del tráfico y la industria. Decidí pasear hasta la pastelería de mi centro comercial favorito, aprovechando que volvía a estar abiertos, y después buscar un banco en el parque donde sentarme un rato a descansar. Hasta aquí todo normal.

En mi camino noté dos cosas: los colores de todo cuanto me rodeaba eran más brillantes, y había muchos mosquitos. Mientras les daba manotazos procuré que su presencia no me desanimara. ¿Qué eran un par de mosquitos en comparación con el disfrute de una libertad bien merecida?

Aunque no eran solo un par de mosquitos. Pronto fui asediado por diversas especies de insectos, e incluso estuve a punto de comerme alguna de las arañas que se descolgaban ociosas de las ramas de los árboles junto a los que pasaba.

Bajé la vista al suelo y vi cucarachas, hormigas más gordas que mi pulgar e incluso avisté un par de ratas. Las habituales grietas del suelo, tanto en las aceras como en el asfalto, habían crecido y estaban totalmente recubiertas por verde, no ya las habituales hierbecitas o flores sino plantas hechas y derechas. En los casos más graves se adivinaba lo que pronto sería el tronco de un árbol.

Al mirar al cielo lo vi plagado de aves de todo tipo y condición, y de igual manera las copas de los árboles y los altos de los edificios estaban llenos de nidos de distintos tamaños y estilos.

Oí un ruido como de un choque seguido por una serie de bocinazos y gritos. Con el corazón desbocado me dejé guiar por el sonido hasta localizar su origen. Uno de los pocos coches que se atrevían a circular había colisionado con una piara de jabalíes salvajes que cruzaban la calle en ese momento.

¿Qué estaba pasando? ¿Es que el mundo se había vuelto loco?

Dicen que la Naturaleza es sabia y, tras solo 40 días de ausencia de los humanos, había tomado el control de lo que otrora considerábamos nuestro reino.


Lo que vi yo aquella mañana fue la prueba de que las grandes urbes eran difíciles de vencer incluso para la Naturaleza. Pero lo que sacaron en las noticias era harina de otro costal.

Carreteras de las que no quedaba ni su nombre, pueblos "ultramodernos" arrasados, estaciones de esquí sepultadas... Solo parecieron librarse las aldeas y los pueblos pequeños que mejor adaptados estaban a su entorno. El resto de localizaciones humanas, fueran del tipo que fueran, habían sufrido cambios iguales o mayores que mi ciudad. El presentador terminó el noticiario suplicando que la Humanidad respondiese a esta afrenta.

Y la Humanidad respondió... aunque no del modo que todos nos esperábamos.

Tras un encierro de 40 días, los dirigentes del mundo habían cambiado astronómicamente de parecer sobre un montón de cosas. Y al salir y encontrar el panorama tan cambiado, interpretaron el mensaje de la Naturaleza como una advertencia y no como un ataque.

La población se diseminó en pequeñas aldeas y pueblos, todos muy respetuosos con la Naturaleza y utilizando solo los productos locales. Se cancelaron todos los vuelos y se desmontaron todos los aviones. Se regresó en masa a la pesca en bajura, abandonando la pesca en altura y los viajes de recreo por mar. También se dejaron los barcos y submarinos militares, retomándose con fuerza y masivamente las clases de esgrima y de tiro con arco.

Básicamente, se volvió a la Edad Media.

Pero algunos, entre los que me incluyo, no quedamos conformes con esta solución. El mundo es nuestro y debemos recuperarlo. Somos los primeros de la cadena trófica, y ahí es donde debemos mantenernos. ¿Que la naturaleza nos ataca vilmente aprovechando un pequeño descuido por nuestra parte? ¡Pues nosotros responderemos!

Desgraciadamente, y en contra de todo pronóstico, no son muchos los que comparten mi visión. El Gobierno (o más bien los gobiernos) inició enseguida una cuidada y concienciada campaña de desinformación alabando los beneficios de la situación actual. Y no solo eso, sino que además se atreven a criminalizar a los que, como yo, protestamos en contra de la situación.

Además, ¿beneficios? ¿Qué clase de beneficios pueden obtenerse de una situación como la actual? ¿Aire limpio? ¿Qué importancia tiene eso cuando no puedes trasladarte a donde quieres ni comer lo que te dé la gana? ¿Cómo pueden mis conciudadanos pensar siquiera en que volver a la Edad Media es beneficioso? ¿Para quién? Está claro que el mundo necesita que alguien le abra los ojos...

Mi plan ya está listo. No importa lo que me pase esta noche; hoy comienza la guerra.

Costó bastante encontrar un "Manual del artificiero" escrito en un idioma que yo fuese capaz de comprender y, más aún, de replicar. Pero tras meses de estudio, acopio de materiales y mucha preparación tengo al fin anti mí la bomba perfecta. Como dicen que hacían algunas en las grandes guerras, he escrito en un lateral su nombre: "Libertadora de la Humanidad". Ya solo queda llegar al centro de la ciudad y activar el temporizador y pronto comenzaremos a reconstruir el mundo tal y como era.


El mundo nos pertenece... ¡Cómo pude ser tan insensato para pensar así! El mundo pertenece a la Naturaleza y, como tal, está en su mano recuperarlo del modo que juzgue más conveniente. No sé cómo estuve a punto de apretar ese botón.

Por fortuna, en aquel instante se abrió una de las grandes y extrañas flores cuyo polen inunda el ambiente estos días. De algún modo, esa estupenda visión me hizo recapacitar antes de realizar una estupidez.

"El mundo pertenece a los hombres". ¿Cómo pudimos concebir una idea tan equivocada y absurda? Al menos ahora la Humanidad ha vuelto al redil antes de que fuera demasiado tarde.

En cuanto a mí... He demostrado ser un peligro para la Humanidad y para nuestra Madre Naturaleza, por lo que ahora padezco una justa condena. Deberé pasar los próximos 40 meses encerrado, alejado de mis semejantes y de aquella que nos acoge y alimenta.

La cárcel está situada en un frío y aséptico sótano donde ni la brizna más pequeña es capaz de crecer entre las grietas que pueblan paredes y suelo.

Pero prometo aguantar en esta cuarentena tan cabalmente impuesta. Y cuando salga lucharé contra aquellos que pretendan dañar aunque sea un poquito a mi amada Naturaleza.


Escrito por Aránzazu Zanón

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Era de los Héroes

El discurso de investidura

Una lección de civismo