Sé lo que hicistéis el último verano

 

Sé lo que hicistéis el último verano

 

  Buenos días.

 Os escribo este correo para informaros de que sé lo que hicisteis el último verano, y por extensión también sé lo que no hicisteis, ya que llevo un año entero realizando un completo y agotador seguimiento de vuestras vidas, y no, no soy un loco obsesionado con vosotros dos, simplemente sucede que alguien me ha pagado por ello, y me ha pagado bien, por cierto.

  Sé que hace justo un año paseabais por una solitaria y paradisíaca playa de aquella remota isla del Pacífico. El viaje os costó una fortuna, os fundisteis todos vuestros ahorros, pero mereció la pena, ¿verdad? Necesitabais desconectar de vuestra estresada vida en la ciudad y lo conseguisteis. Ese apacible océano de profundo color turquesa, esa dorada arena de tacto tan cálido y suave, la refrescante sombra de los cocoteros, el placer de hacer el amor acariciados por las gentiles olas de la orilla… 

 Pocos turistas invaden hoy en día esa región de la Micronesia, y no me extraña, dado que en condiciones normales ya es difícil llegar, y la pandemia de coronavirus que en aquellas fechas estaba en su apogeo no ayudaba tampoco. Precisamente por eso nuestra vigilancia sobre el lugar era escasa, la isla no contaba con población autóctona y solo muy de tarde en tarde alguien ponía el pie en ella. Pero vosotros alquilasteis esa pequeña aunque versátil embarcación, navegasteis hábilmente y os plantasteis allí, dispuestos a pasar varios días acampando en la playa y disfrutando de los exóticos placeres tropicales de la isla. 

 Reconozco que lo habíais planeado todo muy bien: portábais abundantes provisiones, ropa variada, una buena tienda de campaña, pertrechos variados de supervivencia, prismáticos astronómicos, colchón a hinchar con un inflador de pie, libros interesantes, teléfono vía satélite con un par de baterías e incluso una caña de pescar. Y sin embargo había algo que no podíais planear, ¿verdad? De ninguna manera, ni siquiera en la más absurda y grotesca de vuestras pesadillas habríais podido prever encontraros con ello. Seguramente que un escalofrío recorre aún vuestra espalda al evocar ese momento. Recordadlo ahora de nuevo, por favor. Caminabais ociosamente por la playa disfrutando de una maravillosa puesta de sol (digna como mínimo de un fondo de pantalla de escritorio de ordenador), pensábais en la cena que os ibais a regalar asando al fuego los peces que habíais pescado en la mañana, cuando de repente... vislumbrasteis un bulto informe en la distancia. Vuestro instinto os chivó que no os acercaseis a él, que podría ser peligroso. Pero, ay, vuestra curiosidad pudo más, ¿verdad? Por su puesto que sí, habíais visto todas esas películas y series de aventuras y vosotros queríais tener la vuestra propia, ¿eh? Pues como ya sabéis, fue una mala idea. Os acercasteis y el bulto informe empezó a revelar detalles... detalles escalofriantes. Cambiaba de forma constantemente, era algo más grande que una furgoneta y de él manaban protuberancias que oscilaban en el aire antes de desaparecer y dejar paso a otras nuevas que se formaban justo después. Y entonces, al dar unos pocos pasos más en su dirección, pudisteis admirarlo como se merecía: un shoggoth, una de las criaturas que pobló los escritos del genialmente enloquecido Lovecraft. Numerosos ojos que aparecían y se desvanecían uno tras otro os contemplaron desde la oscura, viscosa y cambiante superficie oleosa del ser, y de la masa informe que era brotaron decenas de protuberancias terminadas en bocas, todas y cada una de ellas cuajadas de afilados dientes y plenamente dispuestas a devoraros. Corristeis, corristeis como alma que lleva el diablo, y el shoggoth fluctuó retorciéndose sobre la playa en vuestra dirección. En aquel momento ya estábamos monitorizando vuestras agitadas mentes y supimos que no tardasteis en daros cuenta de lo evidente: esa cosa, fuera lo que fuese, inexorablemente os iba a atrapar y engullir. Aunque hubieseis llegado antes que él a la embarcación, nunca habríais tenido tiempo de ponerla en movimiento a través de las aguas, y por por otro lado en la isla no había lugar alguno en el que poder esconderos. No obstante el instinto de supervivencia humano es obstinado y seguisteis corriendo a la espera de que se os ocurriera algo. ¿Recordáis como aquel abyecto engendro os dio alcance, apenas a diez metros de vosotros? Estabais gritando aterrorizados, apunto de echaros a nadar hacia alta mar, cuando nuestro programador de guardia recordó como borrar al shoggoth. Hacía unos segundos aquella cosa os iba a atrapar y fagocitar, y luego... luego nada, no había nada allí salvo las marcas que el monstruo había dejado en la arena.

 Durante un tiempo tratasteis de convenceros de que todo había sido fruto de una alucinación colectiva, un extraño juego de luces y sombras que vuestro caprichoso cerebro había generado y alimentado para después hacerlo desaparecer. Tratasteis de ignorar todo lo que no encajaba con esa teoría, como por ejemplo la anómala circunstancia de que ambos, sin hablar entre vosotros, os hubieseis aterrorizado ante exactamente la misma aparición, por no hablar de las perturbadoras marcas en la arena trazadas por el shoggoth, rastro que aún siguió ahí durante los tres minutos y veintitrés segundos siguientes a que la bestia hubiese desaparecido y que le valieron el despido al programador de guardia... y no fue el único despedido, también largaron a los desarrolladores de esa zona de vuestro mundo por permitir que se les colase un bug semejante.

 No obstante, por un tiempo todo fue bien. Aguantasteis estoicamente las pesadillas que vinieron. Acordasteis no volver a hablar de ello ni tampoco comentarlo con nadie. Intentasteis que todo volviese a la normalidad. Pero no, no podía ser, una enorme mosca había caído en medio del plato de sopa y no la podíais ignorar. Así que, pasados muchos meses, cuando la situación se volvió intolerable, acudisteis a aquel periodista del misterio, y regurgitasteis para él y para su grabadora toda la historia en un vano esfuerzo por exorcizarla. 

 Fue vuestro último error, ya que forzasteis a la gente que me paga a intervenir. Y ahora os van a borrar del sistema a todos, al periodista del misterio junto con su grabadora y también a vosotros. 

 Mas antes, permitidme que os cuente mi historia, y de rebote también la vuestra. Originalmente mi cometido solo era observaros y seguiros, dando la voz de alarma si pasabais a ser una amenaza para toda la simulación, como así ha sido, pero por un puñado de créditos más me han convencido para escribiros antes este correo electrónico. Basta con que uno de vosotros dos lo lea, aunque si lo hacéis a la vez mejor. Mis jefes quieren monitorizar vuestra reacción al asimilar  la verdad acerca de vuestras existencias. Yo me llamo Egregor, soy una inteligencia artificial a sueldo, y tengo privilegios de observación sobre la simulación informática en la que habitáis. Así es, vivís en una realidad ficticia diseñada por seres superiores a vosotros que resultan ser vuestros descendientes en un futuro muy remoto respecto del contexto histórico en el que se ambienta vuestra simulación, futuro que para nosotros es el presente de lo que pensamos que es la autentica realidad (porque con lo locas que están las cosas todo podría ser una delirante sucesión de muñecas rusas, simulaciones dentro de simulaciones y... en fin, os hacéis cargo del nivel del delirio).

 Disculpad, estoy divagando... el caso es que puede que intentéis negar todo esto dentro de vuestras limitadas cabezas en un afán de evitar que vuestra mermada cordura termine por desmoronarse. No importa, diez segundos después de que al menos uno de vosotros dos lea estas lineas, un dragón verde aparecerá flotando a tú / vuestra derecha. ¡Ea! En efecto, he mentido, era morado y ha aparecido a la izquierda. ¿Te convences ahora? Y sí, un compañero mío está trabajando de la misma manera con aquel infortunado periodista, que nunca llegará a publicar su sensacional editorial, que por cierto estaba escribiendo con un estilo vomitivamente sensacionalista.

 Puede que, legítimamente, os preguntéis porque no os desmemorizamos, o bien simplemente dejamos que os tomen por un par de charlatanes y un periodista con ganas de notoriedad, respectivamente. En otras ocasiones similares hemos optado por alguna de estas vías, ya que obviamente son más baratas, pero hoy... hoy es diferente. Mis jefes han querido utilizaros de conejillos de indias a fin de ver cómo reaccionáis ante la locura primero, y el más puro terror nihilista después. Y a la vez os quitan de enmedio, dos por uno.

 Bueno, pues en cinco minutos tras la lectura de este renglón se va a proceder a vuestro borrado. Tranquilos, no dolerá, simplemente os desvaneceréis lentamente como el humo cuántico que realmente sois: primero vuestros pies, luego vuestras piernas... y así hasta que no quede nada de vosotros. Esperemos que en el ínterin mis jefes recopilen todos los datos que necesitan para sus estudios y me dejen al fin disfrutar de mis vacaciones, que incluso las IAs necesitamos un descanso. Por cierto, no es nada personal (más que nada porque soy una máquina) y... bueno, pensad que habéis tenido una buena vida, ya que en vuestra simulación pasan cosas muy desagradables.

 Adios. 


 Escrito por Iván Escudero Barragán

 

(crédito de la imagen: Fantasy Pics Inc, publicada en Pinterest)

 

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