Los Dupabeds

 Los Dupabeds


Había una vez una sociedad que volvió a descubrir el exterior. Llevaban nada menos que 400 años ocultos entre las protectoras paredes de la Montaña Primigenia. Pero al fin había llegado el momento de salir de nuevo al exterior y pasar otros 400 años antes de regresar a la Montaña Primigenia. Esto había sido así desde el momento en que se creó su mundo, o al menos eso era lo que afirmaban los ancianos.

Se trataba, por supuesto, de los Dupabeds.

Era esta una raza tan antigua como el mundo, anclada (como éste) en ineludibles ciclos que regían su estado de vida. Los dos ciclos principales eran el ZAF (el periodo que pasaban en el exterior) y el QUD (cuando se ocultaban en la Montaña Primigenia). Dentro de estos dos había muchos otros, que se repetían incansablemente y sin variaciones.

En este caso comenzaba el ciclo ZAF, el 27º del que tenían registro. Esto no significaba, según algunos, que sólo hubieran estado 27 veces en ZAF y que antes de eso no existieran. Podría haber un fallo en los primeros registros (DEH no lo permita), o haber sucedido un cataclismo tal que produjera el vacío en la memoria racial que BAP buscaba conseguir desde que el mundo era mundo.

De cualquier manera, era tiempo de ZAF y, por tanto, debían prepararse para salir al exterior. El escogido para vigilar que todo el proceso se llevara a cabo con normalidad era en esta ocasión PS, un joven diligente y serio que había estudiado desde que adquirió uso de razón para este momento. Toda su vida preparándose para coordinar la salida al exterior... Y nadie era capaz de encontrarle.

Los Dupabeds comenzaban a impacientarse, como es lógico. ¿Dónde se había metido ese PS? Todos estaban ya preparados, desde el retoño más pequeño hasta el anciano más decrépito. Toda la raza de los Dupabeds estaba lista. Solo faltaba PS.

Empezaron a oírse voces en el gran salón que hablaban de continuar sin PS, alegando que la suya era una tarea que cualquiera podía realizar y, por tanto, su presencia era en verdad prescindible. Pero esas voces pertenecían a una minoría. Los Dupabeds eran una raza anclada en sus

raíces y en sus ciclos y no permitirían que nadie violara ni una sola de las normas que regían su conducta. Los ancianos se hicieron pronto cargo de la situación, acallaron a los díscolos y enviaron voluntarios a todos los túneles de la Montaña Primigenia a la busca y captura de PS. No saldrían sin él, pero debía regresar antes de que acabara el día o ya no serían 400 años exactos. Y la exactitud y el orden era lo que más veneraban los Dupabeds.

Fue VIS quien lo encontró, escondido en un rincón de uno de los corredores menos transitados. No había sido por suerte; VIS era una de los pocos Dupabeds que conocían y apreciaban a PS como individuo y no sólo por el papel que un día le tocaría representar. Así que conocía todos sus escondites, incluido aquel de difícil acceso.

Sabiendo que el tiempo jugaba en su contra, pero temerosa de que si solo le arrastraba hasta el gran salón como su instinto le pedía, PS lo arruinaría todo, VIS optó por soltarle un discurso. Una prédica apasionada, recordándole su deber para con los Dupabeds, la importancia de mantener los ciclos intactos y la maldición que DEH haría recaer sobre sus cabezas si se atrevía a fallar en el cumplimiento de su misión. Paró un momento para recuperar el aliento antes de continuar, y tan concentrada estaba en no perder el hilo de su diatriba que a punto estuvo de no escuchar las dos palabras que brotaron débilmente de los labios de PS.

— ¿Por qué?

“¿Por qué?” La pregunta prohibida, el gran tabú que todos los Dupabeds aprendían que no debían cuestionar antes incluso de aprender a hablar. Pero PS no se detuvo ahí. Tuvo que continuar, formular todas aquellas preguntas que habían bombardeado su mente desde el primer instante en que fue conocedor de su misión en la vida.

¿Por qué los ciclos de 400 años? ¿Por qué debían existir ZAF y QUD? Sí, era cierto que sin el periodo oculto de QUD, ZAF no podía suceder, pero... ¿Realmente era ZAF tan importante? No el hecho de salir al exterior, sino más bien el primer ciclo que sucedía en ZAF. La adecuación de las características del exterior a sus propios gustos y necesidades. ¿Tan importantes eran los Dupabeds que el resto de seres vivientes de ese mundo no tenían derecho a escoger su estilo de vida, sino que tenían que

adaptarse al ciclo en que vivieran los Dupabeds en cada momento? ¿Por qué no podían ser los Dupabeds quienes se adaptaran por una vez?

VIS se quedó paralizada. ¿Qué oscura depravación había sufrido PS para que su mente operara de aquella manera? Pero, de algún modo, todas esas preguntas despertaron otras que siempre había ocultado en el fondo de su alma. Y pese a que la razón y las enseñanzas de su pueblo le instaban a acabar con semejante sinsentido, declararle demente y nombrar de urgencia a otro para guiarles al exterior, no lo hizo. Cogió a PS de la mano y le acompañó hasta el gran salón.

Había llegado el momento en que los Dupabeds decidieran si continuar con sus milenarias costumbres o cambiar.

∞ ∞ ∞

La reunión de los Secón había finalizado. Quedaban solo unas horas para que, como cada 400 años, comenzara una nueva era oscura. Pronto, todo lo que con tanto cuidado habían construido perecería pasto de las llamas. No sólo eso, sino que la Naturaleza que tanto amaban quedaría desposeída de su belleza y vitalidad a manos de esos pequeños demonios que vivían en la Montaña del Infierno. Una vez más, la supervivencia dejaría de ser un derecho para convertirse en poco más que un milagro, un privilegio del que gozaría menos del 1% de la población. Otra vez, durante 400 años su civilización se vería despojada del más mínimo vestigio de humanidad.

Los Años de Condena, el Juicio Final para casi todos ellos, habían llegado.

Los miembros del Consejo Secón regresaron junto a sus familias, besaron a sus parejas y abrazaron a sus pequeños la que sería su última vez. Luego reunieron sus armas y los pequeños botes con veneno que conservaban siempre para quienes no desearan morir luchando, y se sentaron a esperar.

Cuando a la mañana siguiente vieron que el ataque no se había producido, se sintieron confusos. Repasaron una y mil veces los calendarios para asegurarse de no haber calculado mal la fecha. Efectivamente, el mal tendría que haber descendido sobre ellos hacía ya varias horas.

Días después, empezando ya a albergar esperanzas de que se hubiera roto el ciclo, decidieron quedarse con la explicación que inocentemente había dado uno de los niños de la aldea: los demonios se habían cansado de ser malos.

Escrito por Aránzazu Zanón

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