Una historia épica


 Una historia épica


 
3 de junio del año 1182 antes de la era común

Algún lugar del Mediterráneo




  Amada Penélope, no sé si los caprichosos dioses permitirán que te llegue esta misiva, pero mi corazón me solicita escribirte con la esperanza de que estas palabras puedan desplegar un puente entre nuestras almas, por efímero que sea ante las aciagas circunstancias. Desde que terminó el conflicto que nos llevó a los valientes aqueos a guerrear frente a las murallas de la desaparecida Troya, ha pasado ya mucho tiempo, tanto que no puedo ni contarlo. Y durante todo ese tiempo he tenido que sortear la ira de los dioses, luchar contra monstruos míticos y combinar mi ingenio con mi fuerza para sobrevivir a todo tipo de desventuras. Sin embargo, a pesar de ello, tu recuerdo ha seguido calentando mi corazón y alimentando mi esperanza de volver a verte.

  La tinta y el pergamino se me acaban, debo de despedirme ya, pero no antes sin hacerte la solemne promesa de retornar a la añorada Ítaca en cuanto el destino me lo permita.

  Siempre tuyo, Odiseo. 
 
 
 
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7 de octubre del año 1182 antes de la era común

Isla de Ítaca 
 

  Querido Odiseo, puede que tu hayas perdido la cuenta de cuanto tiempo llevas fuera, pero yo no. 5 años años, tres meses y dieciséis días en el momento de escribir esta carta. 5 años, tres meses y dieciséis días organizando el palacio, gobernando la isla, inventariando el patrimonio del reino, luchando contra los piratas, resolviendo disputas judiciales, evitando que nuestro hijo Telémaco se meta en todavía más líos y, sobre todo, rechazando a pretendientes que aspiran a colarse en mi lecho y reclamar el trono. Como si fuese a ceder algo así a esa panda de camorristas vividores.

  Y mientras tanto, ¿qué noticias me llegan de ti? Pues me entero que en medio de una riña tumultuaria dejas ciego a Polibieno, un pobre muchacho que encima ya era tuerto, provocando la más que justificada ira de su padre, el poderoso rey Puseidán, quien por cierto ha puesto precio a tu cabeza. Y luego, supongo que para descansar tras tal hazaña, te dejas caer en la isla de Circe. Porque sí, sé lo que sucedió entre Circe y tú, que el Mediterráneo es un mar muy pequeño para estas cosas. Y luego están las sirenas, claro, cómo olvidar a las sirenas, como se hacen llamar esas desvergonzadas hetairas piratas. Te gustó como cantaban, ¿eh? Y he oído que también te gustó cómo hacían otras cosas.

  Pero no te preocupes, tú sigue con tus viajes y no tengas especial prisa en regresar, que de momento Ítaca ha experimentado una completa metamorfosis: la economía sube, el paro baja y nunca hemos vivido tanta paz. Sé que esta carta te va a llegar porque he usado como mensajera a una "sirena" que, no me preguntes cómo, sabía exactamente en qué taberna poder encontrarte.

  La Reina Penélope. 
 
 
 
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19 de agosto del año 1180 antes de la era común

Algún lugar del Mediterráneo




  ¡Amada Penélope! Cuanto dolor han causado en mí tus despechadas palabras. Debes de saber que no está en mi mano escapar a la voluntad de los hados, que un día me llevan a luchar contra monstruos terribles, y otro día a compartir el lecho de Circe, lo cual por cierto tuve que hacer por obligación, ya que ella tenía presos a mis hombres y amenazaba con ejecutarlos si no satisfacía su voraz apetito carnal. Pero quiero que sepas que le olía el aliento, tenía una verruga muy fea en la nariz y mientras lo hacíamos yo en realidad estaba pensando en ti. En cuanto tuve la oportunidad escapé de la isla de Circe, solo he estado allí un año, un año nada más.

  Y las habladurías que hayan podido llegarte acerca de mi percance con las sirenas seguro que han sido burdas tergiversaciones de lo sucedido. Nada malo hice yo, ya que estaba atado al mástil de mi nave por obra de mis hombres (debido a ciertas desavenencias que había tenido con ellos y que ahora no es menester explicar). Cuando las sirenas nos abordaron no pude liberarme a tiempo y no tuve más remedio que dejarme hacer. Y ya sabes cómo son las sirenas, no se les puede decir que no, y menos en mis amarradas circunstancias. Las sirenas son seres tan pérfidos que cuando terminaron conmigo arrojaron mi ropa al mar y tuve que pasarme una semana vestido con un saco de patatas que conseguí hallar en la bodega. Como puedes ver, amada Penélope, hay avatares de la vida frente a los cuales un hombre está completamente indefenso. 
 
  Por fortuna, pronto podré calafatear mi nave y poner rumbo al fin a Ítaca, donde podré reclamar mi trono, poner orden y recuperar tu amor (y también pagar algunas deudas gracias al tesoro público del reino).

  Desando volver a verte, tu sufrido Odiseo. 
 
 

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 21 de diciembre del año 1180 antes de la era común

Isla de Ítaca




  Mezquino Odiseo, no hay reino que puedas recuperar. Ahora Ítaca es una próspera república comercial y yo me he retirado de la política, dejándola en manos de la nueva asamblea popular mientras me dedico a lo que siempre me ha gustado, la cría de las ratas topo. Ahora me parece mentira que haya pasado tantos años tejiendo y destejiendo ese ridículo sudario para el rey Laertes, cuando lo que realmente yo siempre había querido hacer era criar a esos entrañables animalillos, por los cuales por cierto se paga muy bien, ya que se dice que su orina tiene propiedades afrodisíacas. Y hablando de Eros, ¿recuerdas aquella esclava que teníamos y con la que siempre intentabas flirtear? Pues ahora es mi esposa; nos llevamos de maravilla, me ayuda en todas las tareas de nuestra nueva casa de campo, en el lecho es una maravilla y somos felices.

  En cuanto a Telémaco, también consiguió encontrar su auténtica vocación: monologuista. Apenas le veo, ya que se pasa todo el año actuando en tabernas, burdeles e incluso palacios a lo largo y ancho del Mediterráneo. Si te lo encuentras, arrójale algunas monedas aunque no te haga gracia, que a fin de cuentas es tu hijo.

  Finalmente, te informo de que has sido declarado proscrito en Ítaca después de que se descubriera como habías estado manipulando los archivos de contabilidad del palacio, desviando monedas a un cofre "B". De hecho, nuestros soldados tienen orden de acabar contigo en cuanto seas avistado. Y si te intentas infiltrar de modo más sibilino, suerte lidiando con nuestro nuevo servicio secreto, en especial con un tal Jaime Lazo que parece tomarse estas cosas muy en serio. Mi recomendación personal es que sigas haciendo de las tuyas lo más lejos posible de aquí, y si puede ser en otro mar y en otro continente, mejor.

  Penélope. 
 
 
 
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13 de marzo del año 1176 antes de la era común
 
Taberna "El Cangrejo Tambaleante" (Cnossos, Creta) 
 

  Estimada señora Penélope, lamento mi inexcusable demora en escribirle. Siento además ser portador de malas noticias, pero su última misiva nunca llegó a Odiseo, quien había fallecido dos días antes de la fecha en que usted la firmó. 
 
 Sucedió que Odiseo, intentando saldar sus deudas, decidió apostar una fuerte suma de dinero con un sátiro, retándole a ver quién de los dos era el que más veces seguidas era capaz de masturbarse. Debo de decir que tras una intensísima competición onanística que reunió a un gran número de espectadores, ganó Odiseo, aunque ello le costó la vida, ya que acto seguido murió de deshidratación y agotamiento (con una sonrisa en el rostro, eso sí). El sátiro, una criatura honorable, decidió que igualmente pagaría la apuesta, y dado que su contendiente ya estaba camino del hades, su destinatario sería su familiar más cercano. En la medida en que fue imposible hallar tal cosa en aquel momento, finalmente se me consideró a mi lo más parecido a un familiar, ya que era compañero habitual de tragos de Odiseo, y de este modo fui el sorprendido destinatario de la enorme bolsa de monedas que el sudoroso sátiro puso en mis manos. Y he de confesar que a mi bolsillo también le ayudó la recompensa que me pagó el poderoso rey Puseidán cuando le entregué la cabeza de mi viejo amigo, a quién fingí haber asesinado (estoy seguro que desde el hades Odiseo aprueba tal negocio capitalista, pues siempre hizo suya la frase de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo"). 
 
  Cuando llegó esta carta ya había gastado todo el dinero, aunque sin embargo lo invertí en una buena causa, lo gasté en la memoria y leyenda de Odiseo. 
 
 Durante muchas noches, entre copa y copa, Odiseo me había ido relatando detalladamente sus heroicas aventuras y desventuras. Sé que gran parte de lo que salía de su boca eran fantasías alimentadas por aquel vino aguado que bebíamos, pero eso no le restaba ni un ápice de épica a la historia. Porque al final lo que prevalece e inspira las almas de los mortales son las buenas historias, y nunca hay que dejar que la quisquillosa verdad se entrometa en ello. Así que dejé aparcado mi monótono trabajo de gigoló, cambié la habitación de alquiler en la que vivía por una casa de verdad, adquirí grandes cantidades de tinta, pergamino y plumas de la mejor calidad, e inicié la tarea de dejar por escrito la fantástica historia de Odiseo. Una vez la hube terminado, con las monedas que me sobraron pagué a varios escribas para que hicieran las oportunas copias. He de decir que por el momento se está vendiendo bien, así que es posible que pronto algún mercader lleve alguna de las copias a su isla. Es por ello que quería avisarla, y no solo eso, sino también ofrecerle la oportunidad de ser partícipe de este proyecto. Según se rumorea, usted siente casi tanta predilección por las monedas como por las ratas topo, con lo cual no dudo en que aceptará acomodar la verdad sobre Odiseo a mi historia a cambio de un 20% de los beneficios, y si además me ayuda a su difusión, podríamos estar hablando de un 40%. Quedo a la espera de su respuesta.

  Atentamente, Homero.
 
 
 📜 Y el resto de la historia, ya la conocen. 📜
 
 
Escrito por Iván Escudero Barragán 
 
 
 


 

 

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