Aventura de San Valentín

 Aventura de San Valentín


Llevo enamorada de él desde hace años, puede que ya incluso una década, aunque es difícil decirlo. Es difícil identificar el primer instante en que caí rendida a sus pies, enamorada sin remedio ante sus encantos. No fue amor a primera vista como el de las películas que tanto gustan a algunos (no a mí, yo siempre fui más de historias de acción). De hecho, al principio apenas le consideré importante, no era más que una presencia sin nombre al borde de mi visión. Pero esa presencia, intermitente como era a causa de nuestras dispares ocupaciones, fue ganando fuerza poco a poco. Hasta que un día reconocí, ante mí misma y ante todo el mundo, que aunque podía vivir sin él prefería no hacerlo. Llevó tiempo, pero acabé reconociendo lo que sentía por él, y que lo sentía con tanta intensidad que era casi doloroso.
Así que sí, llevo años enamorada de él, pero no sabría decir realmente cuánto tiempo.
Nunca he sido muy dada a mostrar mis sentimientos. No es que no los sienta con intensidad, o que considere un error de carácter a aquellos capaces de mostrarlos sin pudor. No es nada de eso. Simplemente, manifestar abiertamente mis emociones no es algo que me salga de forma natural, y menos todavía en público. Por este motivo, la idea de celebrar San Valentín (y otras fiestas señaladas por el estilo) siempre me ha producido urticaria. Tantas demostraciones públicas de amor, tantas alusiones a que, de ser miembro de una pareja, has de mostrar el mundo lo que sientes hasta tu enamorado, como si fuera una obligación... Todo eso no es para mí.
Para mí, el amor es algo mucho más íntimo, privado. Algo que pertenece a la pareja en cuestión y a nadie más. Algo que demostrar en cualquier instante de cualquier día, simplemente porque te apetece y no porque sea una fecha en particular. No porque sea San Valentín. No porque te bombardeen con publicidad para convencerte de que es lo correcto.
Así que para mí San Valentín este año no es más que otro miércoles. Y en esta ocasión, esta semana, lo que me apetece es vivir una aventura. Que quiera que él me acompañe no tiene nada que ver con que sea o no San Valentín.
¿Pero qué tipo de aventura? Supongo que esa es la cuestión.
Generalmente mis aventuras son demasiado... violentas para los gustos más refinados de mi marido. Es lo que tiene la caza, no todo el mundo está hecho para ella. Así que tendré que buscar una alternativa. Algo que no me resulte aburrido y que a ser posible no tenga que ver con mi trabajo. Pero algo que a él pueda gustarle, algo que le fascine y le intrigue, algo con lo que pueda soñar los malos días para recuperar la sonrisa. Necesito que sea algo memorable, una especie de despedida antes de que...
No, no debo pensar en ello. Por mucho que lo niegue, yo sigo con la impresión de que mi marido tiene ciertas capacidades telepáticas. Siempre suele saber lo que pienso o lo que siento antes incluso de que yo sea realmente consciente de lo que cruza por mi mente o por mi corazón. Por una vez quisiera decírselo antes de que lo adivine, antes de que su no existente telepatía le diga qué esperar. Así que mejor no pensar siquiera en ello, no sea que me agüe la sorpresa.
Una aventura que merezca la pena pero que sea suficientemente segura para ambos. Claramente un viaje, ¿pero a dónde?
Lo malo de que ambos viajemos mucho, yo más por trabajo y el más por placer, y de que lleváramos haciéndolo durante mucho tiempo antes de conocernos, es que cuesta encontrar un lugar que sea nuevo para ambos. Y con nuevo no me refiero solo a que no hayamos estado en él, sino a que tenga cosas que puedan sorprendernos, que no esperemos encontrarnos o incluso que nunca las hayamos visto.
La única opción que se me ocurre para encontrar un sitio así es coger un mapa, lanzar una moneda al aire y cruzar los dedos esperando no equivocarme. Tal vez el lugar elegido al azar no sea espectacular, pero de uno u otro modo será nuestro durante la duración del viaje.
Allá vamos...
Los lagos gemelos de Ragsok y Ragnak. Bueno, no es exactamente lo que yo habría elegido, soy más una chica de ciudad, pero es nuevo y es tranquilo. Lo que buscaba. Y a él le encantan los lugares poco poblados, donde investigar a sus anchas y maravillarse con la cosa más pequeña sin que le tomen por loco. Sé que cuando estamos juntos se contiene, actúa de forma más comedida en un intento de no atraer mucho la atención. Sabe lo que detesto ser el centro de atención, más cuanta más gente hay a nuestro alrededor. Los lagos gemelos son un lugar perfecto también por eso: no suele haber mucha gente, según dicen (especialmente en esta época del año), por lo que ninguno de los dos tendrá que pretender ser lo que no es. Como aquella vez que me llevó a un recodo íntimo del Valle de los Oks donde nadie podía vernos, podremos relajarnos y disfrutar el uno del otro sin ningún tipo de presión exterior. Un lugar perfecto, ciertamente.
∞ ∞ ∞
Podría pasar aquí el resto de mi vida. Nunca pensé que diría algo como eso, pero es cierto. Me encanta mi vida llena de peligros y excitación, sí, pero este lugar tiene una magia especial que me llama y me invita a quedarme. O tal vez se trate solamente de la compañía y no del lugar. De cualquier modo, no podría haber escogido un sitio mejor para mi anuncio.
Hablando de mi anuncio, he pillado más de una vez a mi marido mirándome con ojos inquisitivos, como tratando de leerme la mente. Pero mi voz interior, esa a la que tan bien se le da calar a la gente, dice que todavía no ha sido capaz de dilucidad nada por sí mismo. Y así debe ser, una sorpresa. No he esperado tanto a decírselo para que vaya él y lo adivine.
Pero creo que ya ha llegado el momento.
Si bien toda la zona está poco poblada por turistas, hoy debemos de estar en un lugar aún más apartado, ya que no hemos visto a nadie desde que salimos de la habitación esta mañana. Buena temperatura acompañada de una ligera brisa y unas vistas inigualables. ¿Qué mejor lugar que este para contárselo?
Al principio, nada más decírselo, se ha quedado paralizado. Ha durado tanto esa parálisis que por un momento he sentido miedo de que su opinión al respecto difiriera de la mía. ¿Qué habría hecho de ser así? Desde luego, me habría roto el corazón aunque nunca habláramos realmente de este tema.
Pero después su expresión ha derivado en otra de profundo éxtasis, y he sentido cómo todos los músculos de mi cuerpo se relajaban.
Con una gran sonrisa, ha dicho que se muere de ganas de vivir nuestra próxima gran aventura juntos. Tener hijos nunca había entrado en mis planes hasta que le conocí. Sé que nuestra vida cambiará para siempre de formas insospechadas, pero no puedo esperar a ver cómo sucede.

Escrito por Aránzazu Zanón


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