El calentamiento de Venus
El calentamiento de Venus
"¡Última hora! ¡Venus se calienta más allá de la salvación! ¡Científicos de todo el planeta son llamados ante el Gran Consejo para buscar una solución!"
Así comenzó todo.
Bueno, seguramente no. Lo más posible es que comenzara con el nacimiento de la primera industria, o incluso antes. Pero ese titular y otros similares marcan, digamos, el principio del fin.
Reunir a los científicos fue la primera medida que se tomó de cara al público. La intención era clara: formar comités de expertos para que hallaran solución a nuestro ya irresoluble problema. Examinar todas las opciones presentadas y escoger la que más probablemente nos mantuviera con vida de cara al futuro.
Al menos ese era el objetivo de cara a la galería.
La gente creía fervientemente que esa era la intención de los gobernantes, extender la existencia de nuestra raza de manera que pudiéramos seguir utilizando el término futuro con tranquilidad.
Yo también lo pensaba, pero ya no estoy tan seguro de ello.
Las medidas se fueron presentado poco a poco, y al principio todas parecían realmente razonables. Reducir la contaminación, con penas no solo para los simples obreros sino para todos, también para las grandes industrias. Penas de cárcel y económicas.
Creación de centros de educación especial para enseñar a los ciudadanos a cuidar del planeta, a respetarlo y no realizar acciones que fueran en contra del bien común.
Control del crecimiento de la población, reduciendo la capacidad de reproducción de aquellos considerados un peligro para los demás.
Bueno, esta última no sonaba demasiado mal en el momento en que la presentaron.
Pero, ¿cómo determinar quién supone un peligro para el resto? ¿Y qué relación tenía esto con el calentamiento del planeta?
Aquí hubo gente que empezó a dudar.
Al principio surgieron algunos grupos de protesta (sean cuales sean las medidas que tomen los dirigentes y causas para ello, siempre surgen grupos de protesta en cuanto el número de implicados es superior a... ¿tres personas?). Pero pronto se diluyeron.
Los tontos como yo, los que nos creemos saber cómo funcionan las cosas y tener inteligencia suficiente como para discernir la realidad de la ficción, pensamos que las razones esgrimidas por el Consejo y los centros de educación especial habían bastado para convencerles, y que por eso ya no protestaban.
Iluso de mí, aquellos días pensaba (como muchos otros) que las medidas tan razonablemente tomadas y explicadas a la población nos llevarían a la salvación de toda una raza, e incluso de un planeta. Que la razón estaba de nuestro lado tanto que incluso los que siempre se oponían a los cambios (y básicamente a cualquier cosa) habían dado su brazo a torcer voluntariamente, felices de comprender que la verdad no era otra sino aquella contra la que se enfrentaban antes.
Ahora ya no pienso así, y por eso temo que mi vida pueda estar en peligro.
No sé si podré terminar de escribir estas líneas, ni si serán útiles para alguien sea en mi tiempo o en aquellos que (espero) vendrán después de este. Pero no puedo evitar intentar difundir la verdad, mi verdad, aunque lo más seguro es que se trate de un gesto inútil.
Por tanto, debo continuar con mi labor.
Hablé antes de los centros de educación especial. Nos los vendieron como lugares muy similares a los colegios pero donde podía acudir gente de todas las edades. Aquí habría clases y talleres para mostrar a la gente la importancia no ya de reciclar, sino de evitar la necesidad de hacerlo. Reutilizar, gastar solo lo indispensable para vivir, tener solo uno o si acaso dos hijos por pareja (y solo si la pareja es suficientemente estable como para mantenerlos sin necesidad de que otros les aporten recursos extra)... Respetar las leyes, aprender a convivir y actuar de manera responsable con el medio ambiente y con quienes tenemos a nuestro alrededor sin necesidad de que nos amenacen con castigos, sean estos del tipo que fueren.
Pero en realidad estos centros son absorbedores del libre albedrío, convierten a la gente en marionetas, anulan la voluntad y dejan vacía la mente.
¿Que cómo lo sé? Muchos de mis conocidos fueron a alguno de estos centros. Cierto es que a veces me junto con gente de la que tiene problemas para actuar correctamente todo el tiempo, especialmente si han consumido alcohol u otras sustancias que afectan a la química de nuestro cuerpo.
El alcohol formó parte de otra de las primeras medidas. Es sabido que bajo el consumo de esta y otras sustancias nuestro comportamiento varía, se vuelve más errático y menos controlado. Así que fueron reduciendo el consumo del alcohol de una forma inteligente.
No lo prohibieron (al menos no inicialmente) sino que hicieron obligatorio la introducción de una sustancia que alteraba el sabor y lo hacía menos deseable. De forma que si normalmente tomabas varias copas, con esto te quedaras solo en la primera y no quisieras continuar. Se trataba además de una sustancia muy curiosa, con efectos acumulativos. En el primer trago apenas la notabas, pero según ibas bebiendo más y más menos apetecible te resultaba continuar.
Mucha gente aprobó esta medida, yo entre ellos, porque ayudaba a reducir los efectos nocivos del alcohol en el organismo (a menor consumo menos daños). Se acabaron los comas etílicos y demás, puesto que misteriosamente por esta época desaparecieron también las recetas caseras de las llamadas bebidas espirituosas.
Con el tiempo fueron aumentando la cantidad de la sustancia mágica hasta que ya casi nadie deseaba tomar bebidas con alcohol. Cuando desaparecieron de los estantes de los comercios no hubo quejas, ya que se dejaron de producir cuando la gente dejó de consumirlas.
Dije que desaparecieron las recetas caseras, aunque como en todo siempre hay gente con buena memoria o ganas de experimentar que acaba dando con la solución incluso sin tener las instrucciones. En algunos lugares empezó a aparecer gente con claros signos de haber bebido (y al haber reducido oficialmente su consumo de alcohol, éste se les subía antes y más a la cabeza). Toda esta gente, algunos de mis amigos incluidos, fue enviada a los centros de educación especial.
Allí pasaban un tiempo indeterminado, diferente para cada persona, y al volver eran personas completamente diferentes.
Oigo ruidos en el piso superior, pero se supone que este edificio está vacío, abandonado. He de darme prisa.
Existe un proyecto secreto. Gente que se ha dado cuenta de lo que pasa, de que quieren gobernarnos como a borregos. Gente que conserva la inteligencia, habilidad técnica y dinero suficientes para poder llevar a cabo sus propósitos.
He oído hablar de una nave. Una nave que llenarán con la poca gente que todavía conserva su mente intacta. Nuestro objetivo será el tercer planeta del sistema. Escapar de aquí antes de la aniquilación parece lo más sensato.
Parece que alguien intenta forzar la puerta. En cuanto acabe de escribir esconderé este texto con la esperanza de que alguien lo encuentre, de que los arqueólogos del futuro sepan cómo y por qué ha acabado nuestra civilización.
Venus no se calienta. Venus está como siempre. Los titulares de los periódicos mentían. Todo era una estrategia del Consejo Supremo para cambiar las leyes y la sociedad hacia algo mucho más sencillo de controlar, para mantenerse en el poder.
Digan lo que digan, los venusianos no hemos llevado a nuestro planeta hasta la casi extinción. Pero puede que ahora sí ocurra.
Escrito por Aránzazu Zanón
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