La pesadilla

 

 La pesadilla

 

 Riamond acudió una semana más a la consulta de su terapeuta, la doctora Dinope. Se acomodó en el sillón que como siempre se le ofreció y suspiró.

¿Qué tal estás Riamond? ¿Cómo te ha ido la semana? preguntó Dinope ordenando sus notas parapetada tras su escritorio, mientras dejaba que su paciente se acomodase y se relajase.

He vuelto a tener la misma pesadilla de la que te hablé en la última sesión respondió Riamond entre cansado y resignado.

Vaya, lo lamento. De todos modos, me imaginaba que te iba a volver a suceder; luego te comentaré porqué. Eso sí, para poder ayudarte voy a necesitar que por favor me relates la experiencia una vez más, aunque esta vez la voy a grabar, siempre y cuando me des permiso.

¿Vas a pedir ayuda a un colega?

Algo así. Prefiero darte más detalles después, si no te importa. ¿Puedo grabarte entonces? Por supuesto respetaré los protocolos de confidencialidad y la ley protección de datos.

Riamond asintió en silencio y Dinope dió la orden verbal a su consulta de iniciar la grabación.

Tómate tú tiempo y no escatimes detalle alguno indicó Dinope ; da igual si nos pasamos del tiempo de la consulta, simplemente relájate y ve contándolo todo.

 Riamond carraspeó, y tras un titubeo inicial empezó su relato.

A ver, todo empieza en mi dormitorio, en un entorno totalmente cotidiano y normal. Me visto con mi túnica habitual, me muevo a través de las distintas salas y pisos de mi mansión y decido salir a pasear. Y ahí es donde empiezan las cosas extrañas. En vez de salir directamente al exterior, debo de meterme en una especie de habitáculo con muchos botones, pulsando uno en el que pone “cero”. Una puerta automática me encierra en dicho habitáculo, provocándome mucha claustrofobia, y acto seguido me siento descender. Cuando por fin aquello se detiene y la puerta se abre, me encuentro frente a un pasillo al final del cual hay una puerta muy luminosa. Camino hacia la luz, abro la puerta y ahora sí se me muestra el exterior. Pero no es el exterior de nuestro mundo, sino de un mundo muy distinto.

Cuéntame de nuevo cómo es ese mundo solicitó Dinope.

Pues... es ruidoso, huele mal, y está lleno de cosas absurdas.

Vale, ve enumerando una por una esas cosas absurdas que se te muestran.

A ver, por donde empiezo... Lo primero que me llamó la atención es que había mucha, mucha gente. Vestían todos de un modo muy homogéneo y poco original, con camisetas, camisas, chaquetas, pantalones... algunas mujeres llevaban una especie de tubos de tela cubriendo sus muslos; pero nada de túnicas, vestidos de fantasía, kimonos, jambias, nambas, ruborros, basuperes... nada de eso. Y además, una parte de la gente viajaba en unos artefactos que hacían mucho ruido y emanaban efluvios tóxicos.

¿Cómo eran esos artefactos?

Parecían fabricados en metal, lucían como poliedros a los cuales se les hubieran redondeado todos los ángulos, rodaba sobre cuatro ruedas, estaban adornados con linternas delante y detrás (por algún motivo las de detrás eran rojas), y estaban provistos de ventanas a través de las cuales se veía el escueto interior. Dentro siempre había una persona, quién al parecer manejaba el objeto a través de una especie de manillar redondo, y a veces también viajaban otras personas, que o bien miraban por las ventanas o estaban absortas en unas pequeñas láminas provistas de una pantalla. Como digo, estos artefactos hacían mucho ruido al moverse y a su paso dejaban una estela de olor tóxico.

¿Por donde se movían? Dinope iba chequeando las notas de la sesión anterior para que su paciente no se dejase ningún detalle en el tintero.

Perdón, se me había olvidado aportar el contexto espacial. Pues verás, me hallaba en una calle flanqueada por enormes bloques de hormigón compuestos por muchos niveles apilados unos sobre otros, creo que entre quince y veinte. Cada nivel tenía una hilera regular de ventanas, algunas de las cuales tenían pegada al lado una caja provista de un ventilador de utilidad desconocida. Me imaginé que cada nivel correspondería a un espacio de vivienda, aunque me resulta grotesca la idea de que alguien pueda habitar en semejantes condiciones. En medio de la calle se movían los artefactos rodantes que he descrito, y por los lados, sobre unos caminos pavimentados con baldosas, transitaba una marabunta de gente a pie, muchos de ellos mirando las pantallas de los dispositivos con forma de lámina que mencioné antes. Nunca había visto a tantas personas juntas, ni siquiera en la Ciudadela Púrpura. También había muchos postes con carteles de contenido indescifrable, aunque no sé que hacían ahí porque nadie los miraba.

¿Y tú qué hacías?

Llegaba tarde a algún sitio, así que trataba de abrirme paso entre la multitud. En un momento dado una calle se cruzaba con otra y tenía que pasar entre los cachivaches rodantes, lo cual solo podía hacer a través de un camino de rayas blancas pintado en el suelo, y únicamente cuando la luz de un poste pasaba del color rojo al verde. Sé que es absurdo, pero era así. Ah, y también me fijaba en los comercios.

¿En los comercios? ese detalle era nuevo para Dinope.

Sí, en el nivel inferior de los edificios había comercios, o al menos yo los identifiqué así porque tenían expuestas distintas mercancías protegidas por mamparas de cristal.

¿Mercancías? ¿Detrás de mamparas de cristal? Dinope alzó una ceja tratando de imaginarse la desconcertante escena.

Sí, ropa en algunos, lo que parecía ser comida en otros, también baratijas u otras cosas que no identifiqué... lo de los cristales a mí también me extrañó, pero lo que más me sorprendió fue un local en el cual unas personas estaban sentadas mientras otras les cortaban pelo con unos instrumentos afilados.

Les cortaban el pelo... Dinope no daba crédito a lo que estaba oyendo. Aquello era algo demasiado inverosímil incluso para un sueño, aunque en cualquier caso ella captaba la sinceridad en las palabras de su paciente.

Sí, eso es, les cortaban el pelo y luego lo barrían hacia un rincón corroboró Riamond.

 Dinope garrapateó un puñado de apresuradas notas en su cuaderno antes de proseguir con las preguntas.

  Vale dijo volviendo a alzar la vista hacia su paciente ahora por favor cuéntame el momento en el que el sueño se transforma en pesadilla. Sé que es difícil, pero es necesario.

 Riamond se revolvió inquieto en el sillón, evidentemente con pocas ganas de volver a revivir aquello. Pero aún así empezó de nuevo a hablar.

Después de un rato caminando por aquel lugar, empezaron a sonar sirenas con un tono muy grave. El sonido parecía provenir de varios puntos distintos. Todo el mundo echó a correr, algunos incluso salieron de los armatostes con ruedas para unirse a la desbandada. Alguien me empujó y caí al suelo. Otra persona me pisó y se tropezó conmigo, pero entonces conseguí levantarme antes de ser arrollado y corrí junto con la multitud, dejándome arrastrar por ella. Oía gritos y exclamaciones en un idioma que no entendía.

  ¿En tu pesadilla no se hablaba interlingua? Dinope puso mucho énfasis en aquella pregunta cuya respuesta ya conocía.

No, se hablaba en un lenguaje que me era totalmente desconocido. El caso es que al poco de sumarme a la huida empezaron a escucharse explosiones muy fuertes. Como las de los fuegos artificiales, pero multiplicadas por lo menos por diez. Con cada una de ellas sentía temblar el suelo. Los gritos se intensificaron y corrí más deprisa mientras más gente me empujaba. Me daba miedo volverme a caer y ser pisoteado. Justo entonces llegué a un cruce y un artefacto rodante se cruzó a gran velocidad atropellando salvajemente a un par de personas que tenía delante. Me obligué a parar y precisamente en ese instante una explosión atronadora destrozó mis oídos e hizo estallar todos los cristales a mi alrededor. Acto seguido sentí como si una mano invisible me golpeara haciéndome volar por el aire y caer sobre otras personas.

¿Sentiste dolor?

Sí, y nunca había experimentado una sensación así soñando... ni siquiera en la vida real. Alguna vez me he tropezado con un mueble en mitad de la noche, o me han pegado un balonazo jugando a randoslam, pero aquello era mucho peor. 

¿Y qué sucedió después?

Me arrastré e incorporé como pude y vi como un objeto metálico y de forma fusiforme caía desde el cielo como a unos diez metros delante de mi.

¿De forma fusiforme? Dinope observó intrigada a Riamond; en la sesión anterior la forma del objeto no había llegado a quedar clara.

Sí, si me permites la comparación, tenía forma de dildo, aunque mucho más grande, como de un metro y medio de largo. Por los gritos de terror que escuché a mi alrededor, entendí que aquellas cosas eran las que estaban causando las explosiones.

Y una de ellas estaba cayendo delante de ti.

Sí.

¿Qué sentiste?

Que... que iba a desaparecer para siempre, que allí se terminaba mi camino - La voz de Riamond tembló al pronunciar aquellas palabras, de repente aquel terror volvía a atenazar sus entrañas.

¿Desaparecer para siempre? ¿Acaso es eso posible?

En mi sueño sí, me sentía frágil e indefenso. Instintivamente me lancé hacia el interior de uno de los comercios, aprovechando que todos los cristales estaban rotos. Quería intentar protegerme de la explosión.

¿Y después?

Me sacudió un estruendo enorme y me desperté de golpe en mi cama, empapado en sudor. Mi corazón latía a toda velocidad.

Fin de la grabación ordenó Dinope a su consulta.

¿Es suficiente? ¿Podrías decirme ya qué me sucede y para qué lo has grabado? inquirió Riamond, un poco impaciente tras haber tenido que relatar aquella surrealista y desagradable historia otra vez.

  Verás, sé que esto te va a resultar extraño, pero esta grabación se la voy a pasar a una reputada historiadora contestó Dinope.

¡¿Una historiadora?! exclamó Riamond.

Sí, se llama Sawine, ha publicado varios libros, igual te suena. Puede que incluso quiera entrevistarte personalmente.

Ni la conozco ni tampoco entiendo qué tiene que ver conmigo rezongó Riamond.

¿Qué sabes del origen de nuestro mundo?

Pues lo que nos enseñan a todos en la escuela, que hace miles de años la humanidad vivía sumergida en el caos y la oscuridad hasta que Susan, la gran arquitecta, creó este mundo y nos salvó. Sospechosamente, Susan desapareció después de su gran proeza. Algunos piensan que sigue entre nosotros, disfrazada con otro nombre y apariencia. Siempre me ha parecido que toda esta historia es algo más mitológico que real, pero por algún motivo todos hemos consensuado y aceptado ese relato. Quizá nunca sepamos lo que sucedió realmente. 

Precisamente en eso se basa el trabajo de Sawine, en intentar separar la verdad de la leyenda. Rebuscando a conciencia entre distintas fuentes históricas y peleándose para obtener permisos de lectura sobre ciertos ficheros, ha realizado un descubrimiento sensacional que te adelanto en primicia. Ha encontrado evidencias bastante sólidas de que Susan existió y no solo creó nuestro mundo, sino que además provocó una amnesia generalizada que afectó a todos los seres humanos, de modo que pudiéramos librarnos de los recuerdos de nuestro traumático pasado durante la Era de la Oscuridad.  Sin embargo, hubo unas pocas personas inmunes a la amnesia que trataron de reivindicar el recuerdo del pasado. Afirmaban que era injusto borrar de nuestra memoria a todos aquellos héroes que habían logrado sobrevivir a la Era de la Oscuridad, sin los cuales, afirmaban, no estaríamos aquí. Así que extrajeron sus memorias y consiguieron engañar a Mater para que las compartiese con toda la sociedad. Susan se enteró a tiempo y logró impedirlo, o al menos ella así lo creyó. Sin embargo, de alguna manera, los recuerdos no fueron completamente eliminados del sistema de Mater, sino que siguieron almacenados en sus más recónditas profundidades.

Y de vez en cuando emergen en forma de pesadillas apostilló Riamond.

Precisamente. No eres el único al que le ha sucedido esto, Sawine ha conseguido encontrar veintitrés testimonios históricos de sueños o pesadillas que describen una realidad muy similar a la que tú me has descrito.

¿Similar?

Sí, es como un mosaico al cual cada sueño aporta una nueva tesela.

¿Y cómo es el mosaico completo?

Tendrás que esperar a que Sawine publique su nuevo libro para saberlo, pero de nuevo te puedo adelantar algunas cosas. En la Era de la Oscuridad había muchísima más gente que ahora, puede que más de mil millones incluso.

¡¿Pero cómo es posible?! ¿Cómo podían existir miles de millones de nombres distintos? ¿Y qué fue de ellos?

Parece que los nombres se repetían y se combinaban, y casi todos esos seres humanos desparecieron para siempre durante los convulsos tiempos que antecedieron a la creación de nuestro mundo. Ese es otro dato importante, antes no se vivía para siempre, las vidas terminaban, a veces abruptamente. De ahí el miedo a desaparecer que sentiste en tu pesadilla.

Si en la Era de la Oscuridad llovían del cielo cosas que explotaban y ponían fin a la vida, Susan hizo bien en borrar esos recuerdos sentenció Riamond cruzándose de brazos.

Hay quien opina distinto. Aunque admito que, en función de los descubrimientos de Sawine, la Era Oscura distaba mucho de ser un paraíso. No solo las vidas eran breves, sino que la gente no podía volar ni desplazarse a gran velocidad sin ayuda de complicados artilugios, de ahí los artefactos con ruedas dentro de los cuales viste que viajaban algunos. Tampoco contaban con dispensadores automáticos de bienes fundamentales como ropa y comida, por eso tenían que fabricarlos ellos mismos y venderlos. Y bueno, hay más detalles, pero tendrás que leerlos, ya he hablado suficiente.

No sé si voy a querer leer ese libro cuando se publique, ya he tenido bastante de ese horrible mundo con mi pesadilla. De hecho, te agradecería enormemente si por favor me pudieras ayudar a dejar de sufrirla.

Todos los testimonios que ha conseguido reunir Sawine coinciden en otra cosa: las pesadillas se repetían durante un mes y luego cesaban. Tú llevas así dos semanas, con lo cual dentro de otras dos deberías de quedar libre.

Ojalá lleves razón... suspiró Riamond

¡Seguro que sí! le animó Dinope De todos modos, intenta dormirte con ruido blanco de fondo: sonido de olas del mar, de lluvia, de viento...

Así lo haré, prefiero soñar con una tempestad en medio del mar antes que con esas espantosas memorias primigenias. Por cierto, ¿qué fue de Susan, la gran arquitecta del mundo?

Me temo que esa parte sigue sumida en el misterio. Según me contó Sawine, a partir de cierto momento las referencias a Susan simplemente desaparecen de los registros y ninguna fuente vuelve a mencionarla. Como tú decías, una posibilidad es que siga oculta entre nosotros. Por su parte, Sawine opina que se sometió a sí misma a la amnesia y que modificó su rostro, con lo cual la Susan legendaria habría dejado de existir.

Es buen material para una novela de misterio.

Sin duda. Bueno, vamos a dejarlo ya por hoy.

Se me ha pasado la sesión en seguida.

Ha sido intensa, y productiva. Le pasaré tu contacto a Sawine, por cierto. Ella apreciará mucho tu ayuda.

¿Tanto como para darme una parte de los beneficios de la venta de su libro? preguntó Riamond alzando sardónicamente una ceja.

Eso lo tendrás que negociar con ella rió Dinope.

Lo haré, gracias por todo con estas palabras Riamond se incorporó del sillón y se dirigió a la salida de la consulta.

Solo hago mi trabajo Respondió la doctora acompañando a su paciente a la puerta y palmeándole afectuosamente la espalda.

Hasta dentro de una semana se despidió él.

Adiós respondió ella agitando la mano.

 Riamond cerró con cuidado la puerta al salir, luego contempló el agitado mar que se revolvía entre mechones de espuma un centenar de metros por debajo de la plataforma flotante que alojaba la consulta. Las revelaciones a las que acababa de ser expuesto se arremolinaban en su mente, iba a necesitar un tiempo para procesarlas. Después de todo, igual si que leería el libro de Sawine. Tras estas breves reflexiones, Riamond echó a volar hacia las montañas, en uno de cuyos requiebros se encontraba su valle y su mansión.

 

Escrito por Iván Escudero Barragán

 


 

 

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