El legado de Nyrn

 

El legado de Nyrn

 

 Hace 20 años todo cambió, nuestro mundo fue salvado del desastre, y ello fue gracias a mi madre, Nyrn. Ahora que ella ya no está y que se celebra el aniversario de su gran logro, de su crucial descubrimiento gracias al cual nos salvamos del desastre, quisiera que este breve artículo sirva tanto de homenaje como de recordatorio para las nuevas generaciones que se están educando.

 

 Los más mayores recordarán cómo era el mundo hace dos décadas: más de doscientas naciones en liza por los escasos recursos del planeta, y las tres más poderosas de ellas amenazando con una confrontación total que nos hubiera enviado a todos directamente al infierno. Y no solo eso, sino que la economía de nuestra civilización tecnológica estaba embarcada en una suicida huida hacia adelante, atada a una necesidad de producir y consumir a un ritmo cada vez mayor, expoliando materias primas, contaminando la atmósfera y devastando ecosistemas enteros. Daba igual que los científicos nos avisasen constantemente del inminente cambio climático o de cuantas especies se habían declarado extintas en el último mes, todo lo que importaba a los políticos eran los votos que intentaban arañar mientras cuidaban de sus cadenas de favores en los círculos de poder. Por su parte, los directivos de las principales empresas solo buscaban que la cuenta de resultados contentase a sus exigentes accionistas. Cegados por el corto plazo, el largo plazo se nos iba a comer vivos.

 En un escenario tan calamitoso, algunos científicos buscaban soluciones fuera de nuestro planeta. Pensaban que descubrir y viajar a otros mundos nos daría perspectiva, o quizá incluso se pudiese fundar una colonia en la Luna y/o en Marte que sirviese de seguro de vida para nuestra especie. Mi madre era uno de esos científicos idealistas, aunque la falta de financiación la obligaba a conformarse con la exploración, dejando la colonización para futuras generaciones, si es que realmente había un futuro.

 No sin esfuerzo, Nyrn había conseguido que el gobierno aprobase y pagase el lanzamiento de una sonda espacial dirigida a AC-23, un asteroide de anómalo brillo que orbitaba a la Tierra, y que ella había descubierto en una de sus muchas noches de insomnio en el observatorio del monte Jam. Muchas personas no entendían que, habiendo hambre y guerras en el mundo, se destinase dinero a investigar una roca especialmente brillante que andaba dando tumbos por ahí fuera, sin embargo, mi madre sabía que la supervivencia de la especie estaba ligada a la adquisición de nuevo conocimiento. El día que perdiésemos la curiosidad dejaríamos de movernos y estaríamos muertos.

 Aquella misión con destino al asteroide AC-23 recibió el nombre de SEEN, Sonda de Exploración Espacial Nyrn, en honor a mi madre, sin cuya proverbial cabezonería tal proyecto no hubiese sido posible. Realmente no era una misión costosa, ya que únicamente consistía en una sonda automática provista de una cámara con telescopio, un magnetómetro y un espectrógrafo de masas, además por supuesto del sistema de comunicaciones y de navegación. Fue todo lo que se pudo hacer con el exiguo presupuesto que el gobierno consintió en asignar. Se reutilizó un viejo cohete militar que consiguió lanzar a SEEN al espacio sin explotar en el proceso, todo un logro teniendo en cuenta que se trataba de un cacharro obsoleto y que estaba apunto de ser retirado. 

 Sin embargo, a pesar de que ni el presupuesto ni las expectativas eran especialmente altos, SEEN nos sorprendió a todos, ya que descubrió que lo que parecía ser un anómalo asteroide, AC-23, era en realidad algo mucho más disruptivo. Y es que se trataba de un artefacto, de un artilugio de manufactura claramente alienígena. A juzgar por el análisis de los impactos de micrometeoritos que se habían ido acumulando sobre su deteriorada superficie, además de la erosión provocada por el turbulento viento solar, se pudo datar la edad de aquella máquina en aproximadamente unos 15 millones de años. Toda una reliquia que había estado esperando pacientemente a ser descubierta por mi madre. Piénsalo, mientras nuestros antepasados acababan de descubrir el fuego y andaban cazando bestias salvajes con arcos y flechas, esa cosa ya llevaba muchísimo tiempo ahí, flotando, aguardando su momento de fama.

 La misión SEEN no pudo revelar mucha más información, así que hubo que esperar un año y medio hasta que AC-23 volvió a ser visitado, esta vez por SEEN II, una sonda mucho mejor preparada y notablemente más cara que su predecesora. A pesar de que el exterior de AC-23 había sido severamente dañado por el transcurso de millones de años de exposición a la hostilidad del espacio, SEEN II encontró en su interior una esfera fabricada a base de una aleación de platino y oro que estaba perfectamente sellada. Los científicos dictaminaron que la esfera era una ancestral cápsula del tiempo, aunque dicha hipótesis estuvo sometida a un acalorado debate.

 AC-23 fue rebautizado por la prensa generalista como “El Artefacto”, y como era de esperar causó todo un terremoto mediático. Unos abogaban por su destrucción inmediata al considerarlo un peligro en potencia, mientras que otros exigían que sus maravillosos secretos fueran revelados lo antes posible, y durante aquellos días era difícil mantener una conversación sin terminar hablando en algún momento del Artefacto.

 Fue necesaria una tercera misión, en esta ocasión tripulada, para extraer la esfera, aquella supuesta cápsula del tiempo, y transportarla a la superficie del planeta. En aquel momento, por culpa de una reciente recesión económica, ninguna nación podía costear por si misma una expedición de tal naturaleza, así que fue necesario establecer una tregua y colaborar. Se constituyó un comité internacional para el estudio del Artefacto, la CIETA (Comité Internacional de Estudio de Tecnología Alienígena), con la participación de las principales naciones, y en el cual mi madre colaboró como asesora. También fue necesario redactar un tratado estableciendo que todo aquello que se descubriese a partir del estudio del Artefacto sería puesto a disposición de todo el mundo, sin secretismos por parte de ningún estado o facción. Una comisión especial con participación de todos los implicados velaría porque así fuese.

 Transcurrieron tres años hasta que estuvo lista la misión tripulada, tres largos años durante los cuales las teorías de conspiración se sucedieron unas a otras y los gobiernos se las vieron y desearon para mantener en calma a la población. Unos pensaban que aquel dispositivo era una peligrosa trampa, y que en cuanto tratásemos de abrir la esfera se abriría un portal interdimensional a través del cual penetraría una horda de extraterrestres invasores dispuestos a adueñarse de nuestro mundo. Otros eran menos fantasiosos, pero igualmente alarmistas. La esfera era en realidad una baliza, y en cuanto la abriésemos emitiría una poderosa señal que avisaría a sus dueños extraterrestres de que habíamos alcanzado un cierto grado de desarrollo tecnológico, forzándoles a venir aquí a fin de controlarnos, y quizá de eliminarnos si no les gustaba lo que encontraban. Por culpa de tales ideas se convocaron manifestaciones con el objeto de intentar impedir que se lanzase la misión de rescate de la esfera alienígena, incluso hubo intentos de sabotaje que por fortuna pudieron ser abortados.

 Luego estaban los que, en el extremo contrario, creían que la esfera del Artefacto supondría el fin de todas nuestras penurias. En su interior hallaríamos un conocimiento y sabiduría tan avanzados que nos permitiría poner punto y final al hambre en el mundo, las guerras, las enfermedades y el hate en las redes sociales. Incluso se fundó una religión en torno al Artefacto, los Adoradores de la Esfera Dorada, cuya fe asumía que aquello era un regalo de Dios para el cual debíamos de estar debidamente preparados, purificando primero nuestras almas de todo mal.

 Y finalmente llegó el día del lanzamiento de la misión tripulada, a la que se puso de nombre "Operación Bampik", en referencia a la famosa leyenda de Bampik y la reliquia perdida, una denominación sin duda apropiada. La nave espacial, tripulada por tres valientes astronautas, tardó 20 días de viaje hasta conseguir llegar al artefacto espacial alienígena. Una vez allí, se demoró otros tres días hasta que logró extraer la esfera y almacenarla en su bodega, a la vez que estudiaba el resto del Artefacto, que originalmente había estado alimentado por una mezcla de energía nuclear y paneles solares, dispositivos que obviamente estaban más que fritos. Tras ello, el mundo aún tuvo que esperar los 30 días que la misión tardó en retornar a la Tierra, ya que la ruta orbital de regreso era más complicada. Se vivieron momentos tensos con la reentrada en la atmósfera de la misión, pero milagrosamente todo salió bien y el día 47 de Turdas, una fecha que ha quedado grabada a fuego en los libros de historia, la esfera alienígena llegó al laboratorio que se había diseñado en especial para ella, y fue abierta por un selecto grupo de científicos en presencia de los principales jerifaltes de la CIETA. Mi madre, a pesar de que en aquellas fechas ya estaba muy enferma, se las apañó para estar presente. Todo el planeta contenía la respiración a la espera de los resultados.

 Se había preparado un poderoso láser para obligar a la esfera a revelar sus secretos, pero esta resultó contar con un mecanismo de apertura realmente sencillo, solo hizo falta tocar una marca que tenía grabada en su superficie y ella misma se abrió como una delicada flor. Su contenido no era ni milagroso ni demoníaco, pero fascinó a todos, y tardó años en ser comprendido en su totalidad.

 Tal y como la comunidad científica había establecido desde el principio, se trataba efectivamente de una cápsula de tiempo, el legado de otra civilización desaparecida hacía millones de años.

 La esfera almacenaba una cantidad ingente de información dividida en dos niveles. El primero contenía datos grabados analógicamente en una lámina de oro puro. El segundo, enterrado en el interior, parecía ser de naturaleza digital. Costó descifrar el mesaje de la lámina de oro, pero una vez que se consiguió no solo se pudo acceder a una generosa ración de información sobre la civilización perdida, sino que además fueron reveladas las herramientas necesarias para desencriptar la información contenida en el formato digital, y que constituía una auténtica enciclopedia.

 Todo el proceso fue meticulosamente monitorizado por la CIETA y sacudió los cimientos de nuestra sociedad. La Artefacto y su esférica cápsula del tiempo no eran extraterrestres, sino terrestres. Pertenecían a una civilización que había vivido en nuestro mismo planeta hacía 16,75 millones de años, y que se llamó a sí misma “humanidad”. Se trató de mamíferos pertenecientes a un orden hoy extinto, los primates. A igual que nosotros, eran bípedos, sin embargo, eran más grandes, no estaban cubiertos de plumas y no podían volar. 

 Aquella revelación motivó el nacimiento de una nueva disciplina científica: la paleoarqueología remota. Nuestra sociedad nunca se había sentido especialmente motivada por excavar en el suelo en busca de restos de un pasado remoto, pero aquello cambió de la noche a la mañana. Una vez que supimos lo que buscábamos, los restos de la humanidad pudieron (no sin dificultad) ser localizados en lo que se vino a llamar el registro geológico: se halló una estrecha franja de sedimento que debió de acumularse a lo largo de unos 500 años, y en donde se evidenció una anómala acumulación de derivados del petróleo, sustancias radioactivas, rocas cuya formación no podía ser explicada por medios naturales y, muchos, muchísimos restos fósiles de una especie lejanamente relacionada con la nuestra y a la que se alude en los registros humanos bajo el nombre de “pollo”. Parece que los pollos eran una de las principales fuentes de alimentación de la humanidad, y, por espantoso que nos pueda parecer hoy en día, eran criados en masa solo para ser sacrificados y devorados. Mas no podemos juzgar a aquellos seres, ya que su mentalidad y forma de entender el mundo debía de ser notablemente distinta de la nuestra. Por supuesto, también se localizaron fósiles de huesos humanos, pero en una proporción significativamente menor a la de los pollos. 

 Aunando el contenido de la esfera con la información obtenida a partir del registro geológico, se pudo concluir que la humanidad había prosperado como protagonista de una civilización con una tecnología altamente avanzada a lo largo de 300 años, llevando al límite los recursos del planeta por culpa de la superpoblación y provocando un problemático efecto invernadero a causa del método que empleaban para obtener energía: la quema de combustibles fósiles (a pesar de que conocían otras fuentes de energía, como la nuclear o la solar, por algún motivo siguieron quemando combustibles fósiles hasta el final).

 En el momento en el que fue lanzado el Artefacto portando la esfera-cápsula del tiempo, la civilización humana ya había comenzado a colapsar, y seguramente que ello fue lo que motivó su construcción: dejar un testimonio de su existencia antes de sucumbir a la extinción. En las últimas líneas de la crónica histórica que nos legó la humanidad, se explica como aquel mundo estaba dividido en más de doscientas naciones distintas, las más poderosas de las cuales acababan de entrar en una guerra apocalíptica. A partir de ahí, solo tenemos el registro geológico para tratar de intuir lo que sucedió después. En los siguientes 200 años las marcas de la humanidad decrecen rápidamente hasta desaparecer para siempre. Pero no cayeron solos, sino que junto con ellos se llevaron por delante al 70% de las especies animales y vegetales que habitaban en la Tierra en aquella época, en lo que actualmente se define como una extinción masiva que fue motivada por cambios salvajes en el clima global, un calor excesivo primero, que llegó a los 25º C de temperatura media (diez grados más que en la actualidad) y que fue sucedido por un brusco enfriamiento que provocó una glaciación, y que se sospecha fue inducido por la inyección de una cantidad descomunal de polvo y ceniza en la atmósfera, que reflejó los rayos solares de vuelta al espacio, impidiendo que calentasen la superficie. La glaciación se prolongó durante unos 230.000 años antes de ser revertida gracias a un episodio de vulcanismo, mientras que la biodiversidad del planeta no alcanzó los niveles previos a la catástrofe hasta 2,5 millones de años después.  

 Aquello nos cambió para siempre, claramente íbamos en camino de que nos sucediese exactamente lo mismo que había acabado con la humanidad, con la única diferencia de que nosotros aún estábamos a tiempo de evitarlo. En su último año de vida, Nyrn, mi madre, fue una de las impulsoras del Partido por la Alianza Mundial, el PAM, que rápidamente ganó las elecciones en aquellos paises que eran democráticos, y se impuso por medio de revoluciones pacíficas en aquellos otros que no lo eran. Bajo el programa de las distintas versiones nacionales del PAM, se creó la Nación de Naciones, cuya misión desde entonces ha sido la de proteger y mantener la paz y la armonía en todo el planeta. Se puso fin a las guerras, se impulsaron políticas ecologistas para reconvertir a la industria y forzarla a reducir su impacto ambiental, y se impuso el respeto a los derechos turmitas en todo el orbe. Nuestra generación goza de una paz y de una prosperidad que hace solo unas décadas se hubiese juzgado utópica, y de ello tenemos que estar agradecidos a mi madre por un lado, y por supuesto, también al legado que nos dejó la humanidad.

 

Escrito por Iván Escudero Barragán

 

 


 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Era de los Héroes

El Ser Supremo

Cuestión de tiempo