Nueva Tierra
NUEVA TIERRA
Marina odiaba
despertarse del criosueño. Era la segunda vez en su vida que tenía que hacerlo,
y se trataba de una experiencia muy desagradable, que hacía palidecer a la más
terrible de las resacas. Le dolía la cabeza hasta el punto de que parecía que
le iba a estallar, y todas sus articulaciones estaban entumecidas y débiles. Sin
embargo, era un mal necesario. Viajando a la asombrosa cifra del 50% de la
velocidad de la luz, es decir, a unos 9 millones de kilómetros por hora, el
viaje desde la vieja Tierra hasta el planeta Kepler 186 f había requerido 984
años, muy por encima de la esperanza de vida de un ser humano, incluso de uno
mejorado genéticamente como era el caso de Marina. Así que ponerse a uno mismo
en standby a través del criosueño era la única opción.
Marina capitaneaba la nave interestelar Teseo, compuesta por una tripulación de 213 personas, a quienes se sumaban los 5.000 pasajeros que viajaban en forma de embriones congelados. La misión de la Teseo era tan sencilla como complicada: asegurar la supervivencia de la especie humana colonizando Kepler 186 f, mundo al que todos habían empezado a llamar "Nueva Tierra". Los datos eran prometedores: temperatura en superficie, atmósfera y gravedad similares a la terrestre, y un nivel de radiación estelar que era tolerable si se tomaban las medidas adecuadas.
Dados los desequilibrios en la
atmósfera de Nueva Tierra, en especial la abundancia de oxígeno y metano, se
sabía que allí había vida, sin embargo, no se había detectado ninguna
tecnofirma, es decir, no existía ninguna evidencia de que se hubiese
desarrollado una civilización tecnológica.
La situación desesperada en la que se encontraba la humanidad había llevado a sus gobernantes a relajar ciertas autoexigencias morales en nombre de la supervivencia, como era el hecho de pensar en profanar un planeta en el que ya hubiese vida nativa.
Vieja Tierra se moría por culpa de los excesos
cometidos por el ser humano entre los siglos XX y XXIII. Por su lado, Marte
había resultado ser un mundo extremadamente difícil de habitar, y es que no lo
ponía nada fácil con una tenue atmósfera cien veces menos densa que la
terrestre, una temperatura media de - 55º C, niveles de radiación solar
delirantemente altos y una gravedad anómalamente baja, por no hablar de las
tormentas de polvo planetarias, que echaban a perder toda la maquinaria no lo
suficientemente protegida y saboteaban las granjas de energía solar. Muchos no
querían morir junto con Vieja Tierra, ni vivir bajo los duros rigores de
Marte y su espartano gobierno. La alternativa era el viaje interestelar.
La construcción de una nave interestelar
requirió de un esfuerzo colosal, tanto en recursos como en ingeniería, en
especial el desarrollo del motor de antimateria, las defensas contra meteoritos
y rayos cósmicos, el soporte vital y las cápsulas de criosueño, entre otros
complicados detalles. Pero a pesar de todo, al despuntar el S. XXVI una
exhausta humanidad pudo contemplar con orgullo a la Teseo. Por aquella
época ya se había definido a Kepler 186 f, la actual Nueva Tierra, como el
objetivo prioritario. Había otros planetas más cercanos, como Próxima Centauri
b (solo a 8 años de viaje), pero que parecían ser igual o más duros que Marte,
mientras que el resto de los candidatos prometedores estaban más lejos y por lo
tanto eran mucho más difíciles de alcanzar.
Regresando al espinoso hecho de
que Nueva Tierra estuviese habitado, se tomó una decisión al respecto. Si había
vida no inteligente, se la confinaría en varias reservas naturales
lo suficientemente grandes, y el resto del planeta sería reclamado y colonizado
por la humanidad. Si había vida inteligente, se les pediría asilo, en el caso
de que quisieran concederlo. En este último escenario no se podría colonizar al
planeta, y en el mejor de los casos se edificaría una pequeña ciudad donde la
tripulación viviría y se reproduciría de modo muy controlado. Cabía por
supuesto la posibilidad de que hubiese vida inteligente hostil, o que no
quisiese compartir su mundo bajo ninguna circunstancia, en cuyo caso la misión
se consideraría un fracaso. Ni Marina ni nadie querían pensar en qué harían de
presentarse este último escenario, de hecho ni siquiera se había llegado a
redactar un protocolo detallado, más allá de que habría que catalogar a Nueva
Tierra como planeta no habitable por humanos e intentar buscar una alternativa en el sistema.
Tras varias sesiones de
rehabilitación junto con los complementos alimenticios adecuados, Marina recuperó
sus fuerzas y pudo volver a ejercer como la enérgica capitana que era. Sabía
hacerse querer sin que ello le impidiese imponer respeto y obediencia cuando
era necesario, algo crucial en una misión tan delicada como aquella.
La Teseo concluyó su
desaceleración mientras se internaba en el sistema estelar de Nueva Tierra. Se
trata de un sistema muy diferente del Solar, dominado por Kepler 186, una
estrella de 0,48 masas solares, de brillo más débil y rojizo que el Sol. A su
alrededor giran 6 mundos rocosos, de los cuales Kepler 186 f, Nueva Tierra, es
el más exterior y el único ubicado en la zona habitable, aquella en la cual la
distancia a la estrella es la adecuada para la existencia de agua líquida; ni
demasiado frío ni demasiado caliente, como la sopa de Ricitos de Oro. Un año
allí dura 129,9 días terrestres, mientras que los días son de 32 horas y 11
minutos. Respecto de la gravedad, es un 17 % superior a la de la Vieja
Tierra, algo tolerable con un poco de entrenamiento.
Marina respiró aliviada cuando
las observaciones de Nueva Tierra no revelaron comunicaciones por radio, radar,
láser, neutrinos u otro tipo detectable, ni tampoco signos de iluminación
artificial en su lado nocturno o sospechosos gases contaminantes en la
atmósfera. Aun así, allí todavía podría haber una civilización que se
encontrase en su propia versión de la edad media, con lo cual no dejaría ningún
rastro que pudiese ser identificado desde el espacio.
Nueva Tierra estaba cubierta por
abundante vida vegetal. Si bien en la Vieja Tierra los bosques y selvas siempre
habían sido verdes, debido al pigmento de la clorofila, allí las plantas eran
negras como el azabache, ya que dicho color les convenía más para aprovechar la
débil luz rojiza de su estrella.
Cuando la Teseo entró en
órbita alrededor de Nueva Tierra, descubrieron un mundo predominantemente
oceánico, con una atmósfera de 1,4 bares compuesta principalmente por nitrógeno y oxígeno (a
semejanza de la Vieja Tierra) y que mostraba una única gran masa continental
rodeada de islas dispersas. El supercontinente de Nueva Tierra estaba dominado
por un gran desierto central, con la negra vegetación concentrándose en las
regiones más costeras, a las cuales llegaba la humedad del océano global. Las
islas también estaban pobladas por una profusa vegetación. Desde el espacio no
podía distinguirse vida animal, para lo cual hubo que lanzar varias flotas de
drones de exploración. Los drones realizaron dos hallazgos que conmocionaron a
toda la tripulación de la Teseo.
En primer lugar, se toparon con una
vasta red de colonias de una forma de vida insectoide con cierta similitud a
las hormigas de Vieja Tierra, aunque mucho más grandes (del tamaño de un perro
mediano). Las criaturas estaban dotadas de ocho patas, más dos pares de brazos (estos últimos,
terminados en apéndices manipulativos los inferiores y en cuchillas retráctiles los
superiores), así como tres pares de tentáculos emanando de su cabeza. Estos seres, claramente
la forma de vida dominante en Nueva Tierra, subsistían bien recolectando o bien
cultivando los recursos de su mundo, construyendo además complejas estructuras
tanto en altura como subterráneas.
En segundo lugar, descubrieron
una negra estructura cúbica de 300 metros por lado que se hallaba justo en
medio del gran desierto continental, en una ubicación especialmente inhóspita,
y cuyo material de construcción consistía en una combinación de metales y
tierras raras nunca antes vista. No había indicio alguno de quién la había
dejado ahí; claramente no era de origen natural, pero resultaba evidente que
las criaturas insectoides no podían haberla construido. El gigantesco cubo
negro resultó ser opaco a las ondas de radar e incluso a los haces de muones,
siendo al mismo tiempo inerte, no emanando ningún tipo de partícula o radiación
electromagnética.
En el interior de la Teseo
se desató el pandemónium, y Marina debió de recurrir a toda su autoridad a fin
de poner orden. Inmediatamente después formó dos equipos de investigación. El
primero estaba integrado por exobiólogos y xenosociólogos, y su misión era
estudiar a los seres insectoides, a los cuales se bautizó con el nombre de "mirmixenos" (de los vocablos griegos myrmex y xénos, respectivamente "hormiga" y "extranjero").
El otro equipo, constituido por físicos, matemáticos e ingenieros, trataría de
analizar el misterioso cubo negro. Del trabajo de ambos equipos dependía determinar si Nueva Tierra era o no compatible con la presencia humana.
El estudio de los mirmixenos reveló que la inteligencia media de cada uno de los individuos no superaba a la de una ardilla, sin embargo, juntos eran capaces de grandes proezas organizativas e incluso arquitectónicas, emulando a los insectos eusociales terrestres (hormigas, abejas, termitas, etc.).
Allá donde los recursos eran abundantes, se
limitaban a la caza de otros animales o a la recolección de materiales
vegetales nutritivos (eran omnívoros). No obstante, en regiones con menor
disponibilidad de alimento se descubrió que recurrían activamente a la
ganadería y la agricultura, exactamente igual que algunas especies de hormigas
de la Vieja Tierra, aunque a una escala mucho mayor. Sus explotaciones
ganaderas y agrícolas tenían una similitud inquietante con las de los humanos
del periodo neolítico. También causó gran impacto el tamaño de sus ciudades
subterráneas, que podían abarcar decenas de kilómetros, alcanzando
profundidades de más de 200 metros. Aquellas metrópolis albergaban a decenas o incluso centenares
de miles de individuos, y explotaban y defendían un amplio un territorio. En las zonas selváticas las ciudades mirmixenas se edificaban en
altura, entrelazando sus complejas estructuras con la negra vegetación, aunque estas
eran de menor tamaño y población que las metrópolis subterráneas.
Después de estudiar el
comportamiento de estos seres a lo largo de tres semanas, se identificaron 23
grandes sistemas de alianzas en pugna unos con otros. Algunos investigadores
los compararon con las antiguas naciones de la Vieja Tierra, salvando todas las
distancias posibles, eso sí.
Pronto se evidenciaron las
enormes dificultades que suponía el intentar comunicarse con formas de vida tan
distintas a la humana. Los mirmixenos se comunicaban entre sí a través de una
compleja maraña de señales químicas, acústicas, visuales y también
electromagnéticas. Al aire libre, las señales acústicas y visuales eran más
útiles, mientras que bajo tierra ganaban protagonismo el intercambio de
sustancias químicas y/o pulsos electromagnéticos, con el permiso de ocasionales
ecos sonoros. Además, los mirmixenos estaban divididos en distintas castas,
cada una con sus peculiaridades. Se pudieron catalogar a mirmixenos soldado,
transportistas, constructores, exploradores y cazadores, cada uno con una
configuración corporal adaptada a su cometido.
Todos estos datos se pudieron
conocer gracias a la construcción de imitaciones robóticas de los mirmixenos,
que Marina autorizó tras varios acalorados debates con el equipo de
investigación (ya que algunos no querían interferir ni lo más mínimo en la vida
de aquellas criaturas, mientras que otros, Marina incluida, sentían la
desesperada necesidad de recabar más información).
Los robots que no se comunicaban eran tolerados siempre y cuando no se acercasen demasiado a una ciudad, en cuyo caso eran destruidos rápida y brutalmente por una partida de mirmixenos soldado. Si los robots intentaban comunicarse y lo hacían de modo erróneo, eran automáticamente identificados como enemigos y se huía de ellos o se los atacaba en función de las circunstancias. Por ejemplo, si el robot imitaba a un cazador o un soldado y se encontraba a un mirmixeno explorador, este último escaparía, y si estaba cerca de una ciudad pediría refuerzos. Por el contrario, si el balance iba en contra del robot, entonces sería inmediatamente atacado.
A base de prueba y
error, se consiguió diseñar a un mirmixeno robot que olía y se comunicaba
siguiendo las pautas de la colonia que se decidió estudiar, y a la cual se le puso el nombre de Avalon.
Avalon, ubicada justo en la
frontera sur del gran desierto central, limítrofe entre bosques dispersos y
ardientes dunas de arena, constaba de una gran ciudad subterránea rodeada por
otras cinco más pequeñas.
En superficie se criaba a un animal local que no se podía comparar con ninguno terrestre, pero que podía ser descrito como un enorme barril provisto de diez tentáculos, de hasta cinco metros de altura por dos de ancho, con cinco bocas que servían también de ano y que caminaba sobre cinco fuertes patas articulados. Se les asignó el nombre científico de “xenodolium” (barril extranjero), pero informalmente todo el mundo los conocía como bolardos andantes. Los mirmixenos alimentaban a los bolardos andantes con un tipo concreto de vegetales con aspecto de lombarda gelatinosa que cultivaban en las cercanías, y cuando era necesario los transportaban a la ciudad más cercana, donde eran sacrificados y despiezados sin el menor miramiento.
Los cultivos para consumo mirmixeno se realizaban en cavernas subterráneas dotadas de iluminación química artificial (que los propios mirmixenos elaboraban recolectando y mezclando los adecuados compuestos químicos, que situaban en cuencos de un material traslúcido). Se plantaba un tipo específico de vegetal similar a los tubérculos terrestres, el cual estaba perfectamente adaptado a las condiciones de luz, temperatura y humedad que justo se encontraban en las cavernas de cultivo.
Finalmente, el agua se
recolectaba en acuíferos subterráneos y se transportaba y distribuía en pesados
odres cargados por la casta transportista. Aproximadamente dos terceras partes
de los odres de agua se dedicaban a la agricultura y ganadería, mientras que los restantes se conducían a bebederos, como se llamó a las piscinas
subterráneas donde los mirmixenos acudían tanto a beber como a refrescarse
(actividades que para ellos no eran incompatibles).
Se pudo empezar a estudiar Avalon
en profundidad (literalmente) a partir de la quinta semana de investigación, y
ello fue posible gracias a Flik,
como se bautizó al primer mirmixeno robot capaz de infiltrarse con éxito. Flik emulaba a la casta
transportista, lo cual se pensó que le daría mayor versatilidad, y todas sus comunicaciones se orientaban a conseguir no ser
desguazado por los soldados, sin que nadie tuviera ni la más mínima idea del
tipo de mensajes que transmitía, ya que el lenguaje mirmixeno, si es que podía
llamársele así, todavía era indescifrable, más allá de algunos pocos patrones
que se repetían con cierta frecuencia, como el de "soy amigo" o el de "alarma". Una investigadora
comparó a las interacciones de Flik con los mirmixenos con los cuales se topaba
con el hecho de que vayas por la calle y una persona anónima te interpele
diciendo "valiente palomita de maíz, luego". No, no llamarás a la policía, pero
sin duda te quedarás muy perplejo.
Flik disponía de suficiente inteligencia artificial como para poder funcionar autónomamente mientras cumplía con las órdenes que se le daban, aunque si la situación lo requería podía ser controlado en remoto.
Gracias
a varios satélites que se colocaron en la órbita baja de Nueva Tierra, junto
con el uso de drones furtivos sumados a repetidores estratégicamente colocados
(y camuflados), el contacto con Flik se podían mantener sin interrupciones. Eso
sí, hubo que escoger una banda de frecuencia que no interfiriese con las
comunicaciones electromagnéticas de los mirmixenos.
Las exploraciones de Flik fueron
volviéndose cada vez más osadas hasta que, cuando recorría una galería
subterránea a la escalofriante profundidad de 250 metros (tras haber dejado
tras de sí un rastro de repetidores camuflados como piedras, a fin de no
perder la señal y poder seguir informando a la Teseo), se encontró con
algo inesperado, aunque hasta cierto punto predecible.
Cautelosamente, Flik se internó en una enorme cámara, aproximadamente de 4 metros de alto por 30 de ancho y 50 de profundidad, en medio de la cual palpitaba un mirmixeno de grandes dimensiones cuyo abdomen estaba hinchado en una masa globulosa. Se asemejaba a una grotesca mora, y era unas diez veces más grande que el resto de sus congéneres. Esporádicamente, alguno de los glóbulos se desprendía, caía al suelo, y era recogido y llevado lejos de allí por un mirmixeno transportista a través de otra galería.
Por si aquello no fuese poco, en el extremo posterior del abdomen
de la criatura asomaba una protuberancia rematada en un agujero similar al
esfínter de un ano. Un mirmixeno de una casta aún no observada se aproximó a la
protuberancia e insertó en su orificio un apéndice que asomaba de su abdomen,
embistiendo sucesivamente en lo que solo podía tratarse de un acto de
apareamiento. La cópula no se demoró más de 15 segundos (lo cual provocó un
comentario mofoso por parte de Marina, que observaba atenta las pantallas de la
sala de monitorización). Concluido el coito, el mirmixeno que lo había
protagonizado se desensambló y se desplomó inerte en el suelo. Automáticamente
dos transportistas lo agarraron y condujeron justo delante de lo que ya nadie
dudaba era la reina mirmixena. La reina, sin dejar de palpitar y producir glóbulos (huevos), comenzó a devorar al mirmixeno
caído, presuntamente un macho, y que debía de haber muerto cumpliendo con su
deber, ya que permaneció inerte mientras era canibalizado. "Una muerte dulce",
comentó Marina disfrutando de los rostros de estupefacción de los
investigadores que la rodeaban.
Eso fue todo lo que Flik pudo
observar antes de que un soldado se plantase delante de él y le lanzase una
señal electromagnética que los investigadores no habían visto nunca. Flik
respondió con otra señal, una de las que hasta ahora le habían permitido salir
impune ante este tipo de encuentros. Mas esta vez no funcionó y con una rapidez
brutal el mirmixeno soldado se lanzó sobre él. Flik no tenía ninguna
oportunidad, y a los pocos segundos de que empezase a ser reducido a chatarra
se perdió su señal.
En la sala de monitorización de la Teseo estalló un tumultuoso barullo que Marina solo pudo contener amenazando con un día a media ración en la celda de aislamiento a todo aquel que siguiese gritando. Cuando logró calmar los ánimos, comenzó una acalorada discusión (sin gritos, eso sí).
Efectivamente, a semejanza de los animales
eusociales terrestres, había al menos una reina que era fertilizada por machos
y engendraba a los demás miembros de la colonia. Se trataba de algo que ya se
había teorizado, ya que nunca se había observado comportamiento sexual alguno
entre el resto de mirmixenos. No obstante, en la Vieja Tierra una abeja reina
no era más inteligente que las obreras o los zánganos de su colmena, y lo mismo
se podía decir de las termitas, las hormigas, las ratas topo, etc. ¿Sería
diferente allí? ¿La reina mirmixena estaría dotada de una inteligencia igual o
superior a la humana? Para averiguarlo había que conseguir acceder a sus
aposentos reales y permanecer allí el tiempo suficiente como para poder obtener
más datos.
Para ello se recurrió a un nuevo
mirmixeno robot, bautizado esta vez como Z-4196, Z para los amigos, y que
también adoptaba la apariencia de un transportista. Z llegó a la entrada de la
cámara de la reina, ayudado en la tarea por el reguero de repetidores dejado
por el difunto Flik, y una vez allí esperó a que un transportista intentase
entrar e interactuase con uno de los soldados guardianes. Eso sucedió y Z
permaneció muy atento a las señales electromagnéticas que ambos se
intercambiaron, en especial a la respuesta del transportista. Luego, cuando
llegó su turno, contestó de la manera adecuada al soldado y… ¡éxito! Z tuvo
libre acceso a los aposentos reales.
Z pasó las siguientes 72 horas,
todo lo que le permitió su batería, estudiando a la realeza mirmixena. Las
sorpresas no tardaron en llegar.
Primero, se detectó a una nueva
casta mirmixena que se apareaba con los machos que luego a la vez copulaban con
la reina. Estos apareamientos eran más largos y sus protagonistas no morían
tras consumar. Esta nueva casta solo muy raras veces copulaba con la reina, eso
sí, cuando lo hacía seguía el luctuoso final de la otra. La conclusión era tan
desconcertante como inevitable: en la sociedad mirmixeno existían tres géneros
diferentes, encarnados en tres tipos de castas que mantenían sexo entre sí,
dando pie a una potente recombinación genética. Así las cosas, con ellos hablar
de machos o hembras dejaba de tener sentido.
Según avanzaban sus
indagaciones, Z se vio obligado a hacer algunos trabajos a fin de poder pasar
desapercibido, en concreto transportar los huevos a una zona de crianza. Allí
pudo asistir a como dichos huevos eran cuidados hasta su eclosión. Los
mirmixenos no atravesaban ninguna fase larvaria, sino que directamente nacían
como versiones diminutas de sus formas adultas. En otras palabras, de alguna manera la reina
debía decidir a cuantos individuos de una casta u otra
engendraba.
No obstante, lo que a Marina le
interesaba era conocer las capacidades cognitivas de la reina, ya que albergaba
la esperanza de poder comunicarse con ella y dar comienzo a algún tipo de
relaciones diplomáticas. Z estuvo muy atento el tiempo que pasó junto con ella,
pero no observó ningún comportamiento complejo digno de mención. En realidad
todas las comunicaciones que emitía la reina conducían a que le llevasen agua,
comida, o un nuevo individuo que la copulase y al cual poder devorar después (sus
niveles de hambre eran proporcionales al gasto energético que implicaba estar
gestando prole a tiempo completo). No, la Reina no se sentaba junto con la
aristocracia de Avalon a discutir elaboradas estrategias o a filosofar.
Concluida la séptima semana de
investigación, Marina se enfrentaba al problema de decidir si el organismo
colectivo al que habían llamado Avalon, y por extensión las otras colonias
mirmixenas del planeta, poseía inteligencia o si únicamente actuaba por
instinto.
Y luego estaba el gigantesco cubo negro que se alzaba como un amenazador enigma en medio del desierto. A veces Marina se olvidaba de él, totalmente absorta por cada nuevo hallazgo sobre los mirmixenos. Y es que los éxitos del equipo de investigación encargados de estudiar el cubo habían sido… nulos.
Habían probado de todo, desde lanzarle
secuencias de números primos codificadas en haces de neutrinos hasta
coreografiar señales luminosas delante de él. Sin embargo, el objeto no respondía a ninguna frecuencia
electromagnética, ni acústica, ni siquiera táctil, ya que a la tercera semana
Marina exigió bajar en una lanzadera hasta su ubicación y tocarlo, ignorando
todos los protocolos de seguridad existentes. Puso su mano desnuda sobre él y
solo sintió un tacto frío y suave, como el de un mineral pulido, asombrándose
ante la magnificencia de su factura y dimensiones.
La frustración del equipo
encargado del análisis del cubo era más que evidente, ya que mientras sus
colegas iban de logro en logro en el estudio de los mirmixenos, ellos no habían
conseguido ningún avance significativo. En su desesperación, hubo quien propuso sondear el cubo con un láser de alta energía, o incluso detonar una pequeña
bomba de antimateria en su superficie, iniciativas que Marina frenó en seco. De
ninguna manera se iba a cometer semejante acto de agresión ante un artefacto
alienígena.
Solo podían teorizar con que
aquella estructura fuese un vestigio de una civilización ya desaparecida, bien
autóctona o foránea.
Hubo quienes se acordaron de la
película de Stanley Kubrick "2001, una odisea en el espacio", pensando en el
monolito alienígena, que en el filme yacía en la Luna actuando como baliza y supervisor
de la humanidad. Sin embargo, en la película el monolito reaccionaba ante la
presencia humana directa, mientras que el cubo de Nueva Tierra permanecía
indiferente a todo lo que sucedía a su alrededor, por sofisticados y llamativos
que fuesen los intentos de los investigadores de llamar su atención. Uno de los
investigadores incluso orinó sobre él, acto que le condujo a pasar 10 días en
una celda de aislamiento a media ración.
Y así llegó la octava semana que la Teseo pasaba en órbita alrededor de Nueva Tierra. Por aquellos días llegó una comunicación del gobierno de Marte, en la cual se anunciaba que la Vieja Tierra había sido oficialmente declarada como inhabitable y estaban sufriendo una complicada crisis de refugiados. El sistema solar, con Marte y Vieja Tierra, distaba a 492 años luz. Por culpa de la desafortunada circunstancia de que en el universo nada puede viajar más rápido que la luz (300.000 km/s), eso significaba que los acontecimientos descritos en el comunicado marciano habían tenido lugar hacía justo 492 años. Nadie sabía cual podía ser la situación ahora (fuese lo que fuese lo que significase esa palabra), y si Marte habría logrado evitar un colapso social y económico.
La desafortunada noticia cargaba con más responsabilidad a Marina, ya que del éxito o fracaso de su misión podía depender la supervivencia de toda la humanidad. Las provisiones comenzaban a agotarse, tomando medidas de racionamiento podrían extenderse solo tres o cuatro meses más. Urgía tomar una decisión. Las posibilidades puestas sobre la mesa eran dos y solo dos:
1) Se optaba por colonizar parcialmente Nueva Tierra, lo cual implicaba erradicar la presencia mirmixena de aquellas zonas que se fuesen a habitar (establecerse en el desierto no era viable, y no se contaban con los medios de crear ninguna ciudad anfibia en el mar, mientras que las islas disponibles eran rocosas, escarpadas y azotadas por la furia de un océano global).
2) Se optaba por moverse al planeta vecino, Kepler 186 e, que por buenos motivos había sido apodado como "Purgatorio". Se trataba de un mundo cálido y seco, de atmósfera tóxica para los seres humanos y pródigo en tormentas de arena, volcanes y terremotos, divido entre un hemisferio diurno y otro nocturno, y que amenazaba con superar en hostilidad a Marte. Allí la supervivencia no estaba garantizada, pero, dado el caso, era mejor que quedarse flotando en el espacio. Con suerte, se podrían montar habitas muy protegidos y refrigerados donde vivir y cultivar alimentos, así como extraer oxígeno, agua y materiales de construcción de las rocas del entorno. Y si fracasaban en ello, sería su final.
Todo pasaba por decidir si debía
de catalogarse a los mirmixenos como criaturas inteligentes. Si la respuesta
era afirmativa, Marina ordenaría respetarlas y moverse a Purgatorio,
arriesgándose a un motín. En caso contrario, estarían legitimados a erradicar a
varias de sus colonias, a fin de dejar espacio para un conjunto de asentamientos
humanos.
En el curso de los acalorados debates que tuvieron lugar a bordo de la Teseo, una pareja de investigadores, Lily y Tom, creando la distracción de una falsa alerta de incendio, robaron una lanzadera y descendieron hasta Avalon con el firme propósito de demostrar que, aunque no pudieran entenderse, humanos y mirmixenos podían coexistir en una misma área.
Para cuando Marina reaccionó y pudo
organizar un equipo de intercepción a bordo de otra lanzadera, Lily y Tom ya
caminaban dentro de las fronteras de Avalon. Apenas habían recorrido 100 metros
cuando una cuadrilla de tres mirmixenos cazadores salió a su encuentro. Lily,
manipulando un dispositivo hurtado del laboratorio, emitió una señal
equivalente a "somos amigos" a través de sonido, olor y pulsos
electromagnéticos. Dicha señal había salvado en innumerables ocasiones a los
robots Flik y Z. Los cazadores titubearon un instante, observando a los
humanos, y acto seguido tomaron una decisión. Lily y su marido Tom fueron
apuñalados salvajemente y sus cadáveres
transportados al interior de Avalon antes de que el equipo de intercepción
pudiera hacer nada para evitarlo.
La pareja de investigadores había
demostrado con su vida que humanos y mirmixenos no podían coexistir cerca unos
de los otros. Algunos argumentaron que el hecho de que aquellas criaturas no fuesen
capaces de reconocer a una especie inteligente seguramente significaba que
ellas no lo eran. Frente a esto se apuntaba a que éramos tan distintos (seres
individuales frente a una mente colectiva) que dicho reconocimiento no era en
absoluto obvio.
En el bando defensor de los
mirmixenos, se elogiaba la complejidad de su sociedad e intentaban verse signos
de inteligencia en las tumultuosas relaciones que mantenían las colonias entre
sí, ya fuese en régimen de alianza o de guerra. En la paz, las colonias
comerciaban activamente entre sí, y en la batalla se empleaban sofisticados
ardides y estrategias, incluyendo el lanzamiento de andanadas proyectiles, una suerte
de afiladas jabalinas fabricadas y transportadas por algunos soldados.
Los negacionistas de la
inteligencia mirmixena contraargumentaban que dichos comportamientos bien
podían ser instintivos, modelados por la selección natural. A fin de al cabo,
las abejas terrestres bailaban para informar a sus compañeras de las
coordenadas de las mejores flores, las hormigas pastoreaban pulgones y las
termitas edificaban rascacielos. Añadían que el fenómeno de la inteligencia
avanzada no podía emerger de la interacción entre individuos de modo análogo a
como lo hacía entre las neuronas del cerebro humano.
Marina se encerró en sus
aposentos y desconectó su intercomunicador; necesitaba tomar una decisión y
quería hacerlo lejos del ruido y las presiones del resto de la
tripulación.
Todos contuvieron el aliento, a la espera del veredicto. 12 horas después, una ojerosa Marina se presentó de nuevo en el puente de mando y comunicó sus órdenes. Sus instrucciones eran abandonar la órbita de Nueva Tierra y dirigirse a Purgatorio.
– No tenemos derecho a
intervenir en los asuntos de los mirmixenos – añadió hablando con pasión – y mucho menos cometer
actos de violencia contra ellos, sean esos bichos lo que sean. No
hubiésemos considerado justa una injerencia así por parte de una civilización
alienígena en Vieja Tierra, por ejemplo, matando a nuestros antepasados
homínidos. Si queremos empezar de cero, no podemos hacerlo sobre las
bases de un xenocidio, ya que, si no somos capaces de respetar a una raza
alienígena, tampoco lo seremos de respetarnos a nosotros mismos. Habremos seguido el mismo camino que condenó a Vieja Tierra.
Según Marina terminó de hablar,
estalló una insurrección. Se luchó en las salas y en los pasillos,
principalmente a base de puñetazos y patadas, aunque también volaron por el
aire algunos objetos. Afortunadamente para Marina, el apasionado discurso con
el que había reforzado sus órdenes consiguió remover algunas conciencias, ya que la mayor parte de la tripulación se puso de su lado, de manera que,
tras una caótica hora en la cual se hicieron y dijeron cosas que luego habría
que trabajar en olvidar, finalmente los rebeldes pudieron ser reducidos y la
revuelta sofocada.
El castigo por amotinarse en una
nave espacial era el de ser arrojado por la escotilla o abandonado en un cuerpo
celeste inhóspito (según las circunstancias y/o la decisión del capitán). No
obstante, Marina fue magnánima y perdonó a los insurrectos, entendiendo los
motivos que les habían llevado a actuar como lo habían hecho, aunque les avisó
de que aquello quedaba registrado en su expediente y no habría una segunda
oportunidad, incluso aunque la Teseo estuviese falta de personal.
Una vez que se hubo atendido a
los heridos más graves (hubo la fortuna de no tener que lamentar ningún
muerto), la nave encendió sus poderosos motores de antimateria y abandonó la
órbita alrededor de Nueva Tierra, poniendo rumbo al nada paradisiaco
Purgatorio.
Estando ya en ruta, inexplicablemente, los motores volvieron a encenderse, desacelerando primero, y devolviendo después a la Teseo a una nueva trayectoria orbital entorno a Nueva Tierra.
Marina gritó, jurando por todos los demonios del espacio profundo que esta
vez sí que iba a ponerse a patear culos por la escotilla, hasta que
Lian, la segunda oficial, la informó de que nadie había hecho nada, el
ordenador de a bordo, actuando por su cuenta, había decidido hacerles regresar
a Nueva Tierra. Marina en persona aporreó pantallas, aulló instrucciones y
manoteó proyecciones holográficas, tratando de convencer a la nave de que
cumpliese sus órdenes, pero no hubo manera. Desesperada, solicitó por voz un
autodiagnóstico al ordenador de a bordo. La respuesta que recibió jamás hubiera
podido imaginarla, ni ella ni nadie. Una voz neutra, profunda y trascendental, con un timbre y
una cadencia que nadie nunca antes había escuchado, se dirigió a todos ellos
del siguiente modo:
HABÉIS ELEGIDO SACRIFICAROS ANTES DE INFRINGIR DAÑO A LAS FORMAS DE VIDA DE ESTE MUNDO. SOIS VÁLIDOS. PODÉIS ESTABLECEROS AQUÍ Y SALVAROS. LAS TIERRAS ENTRE LAS LATITUDES 15º Y 18º SUR Y LAS LONGITUDES 24º A 20º OESTE ESTÁN AHORA ASIGNADAS A VOSOTROS. LAS FORMAS DE VIDA LOCALES NO OS MOLESTARÁN MIENTRAS NO ABANDONÉIS VUESTRA ZONA ASIGNADA. DENTRO DE 500 AÑOS TERRESTRES VOLVERÉIS A SER EVALUADOS.
Se hizo un silencio sepulcral en
toda la nave. Al cartografiar aquel planeta, habían seguido el mismo sistema de
coordenadas geográficas empleado en Vieja Tierra, con unidades de latitud
marcadas por paralelos y de longitud marcadas por meridianos. El paralelo 0 era
el ecuador, separando los hemisferios norte y sur, mientras que se decidió que
el meridiano 0, encargado de separar este y oeste, justo pasase por la ubicación
del cubo negro. Las coordenadas enunciadas por la voz correspondían a una zona
semi boscosa donde se tenían identificadas tres grandes colonias mirmixenas.
Finalmente, tras unos tensos
segundos, Marina rompió el silencio:
– Quiero que el equipo encargado
del estudio del cubo negro revise los últimos datos monitorizados y confirme si
ha realizado alguna actividad que justifique lo sucedido. Luego, quiero que Marcus y tres miembros de
su equipo, junto con Azumi y dos de sus investigadores, se reúnan conmigo en la lanzadera 3. Tenéis 5 minutos. Marcus, que tu gente vaya bien armada y
protegida. Vamos a descender hasta una de las colonias ubicadas dentro de las
coordenadas en teoría seguras.
Las personas aludidas
obedecieron, mientras que el resto retomó su actividad. En momentos así lo
único sensato que se puede hacer es dejarse llevar y descubrir lo antes posible qué es lo que te
depara el destino.
La monitorización del cubo negro
no reveló nada inusual, seguía aparentemente inerte, aunque entre todos existía
un consenso en responsabilizarle de lo sucedido. Se especuló con que utilizase
materia oscura para interactuar con el exterior, motivo por el cual no se había
conseguido detectar ninguna señal (los detectores de materia
oscura eran muy pesados y complejos, más incluso que los de neutrinos, de modo
que no había sido posible cargar ninguno a bordo de la Teseo).
Mientras tanto, la lanzadera 3
aterrizó en las coordenadas previstas y Marina y su equipo salieron a explorar,
dirigiéndose hacia la colonia mirmixena ubicada en las
proximidades. Primero se encontraron a un explorador, que según les avistó
huyo a pedir refuerzos. Marina ordenó detener el avance y esperar allí, muy
consciente de que el comité de bienvenida no tardaría en hacer su aparición.
En efecto, apenas 10 minutos de
tensa espera después, hizo su aparición un pelotón compuesto por 12 soldados.
Los soldados mirmixenos eran impresionantes. Primero, eran al menos tres veces
más grandes que la media del resto de castas, y segundo, portaban unas
pavorosas cuchillas afiladas hasta el límite molecular que podían llegar a
cortar el metal. También eran capaces de escupir un ácido particularmente
corrosivo si la situación así lo requería. Por si todo ello no bastase, 6 de
los soldados portaban letales jabalinas, también afiladas a nivel molecular
(nadie sabía cómo).
Marcus y sus tres compañeros del
equipo de seguridad empuñaron sus rifles de plasma y se adelantaron varios
pasos apuntando al pelotón mirmixeno. Si abrían fuego a tiempo tenían
posibilidades de salir vivos de un enfrentamiento.
– ¡Ni se os ocurra disparar a
menos que recibáis una orden mía! – Les gritó Marina.
Nadie dijo ni hizo nada, a
excepción de una de las investigadoras, que in extremis había logrado coger uno
de los comunicadores mirmixenos del laboratorio, desde el cual transmitió el
habitual "somos amigos". La capitana les había dicho que no había necesidad de ello, en especial tras el trágico destino sufrido por Lily y Tom, pero la investigadora no se había fiado.
El pelotón de soldados mirmixenos les rodeó a una prudente distancia de 20 metros, dio un par de vueltas a su alrededor y luego se marchó por donde habían venido.
Marina se dejó caer de rodillas lanzando
un profundo suspiro de alivio, mientras que sus compañeros reían, lloraban, se
abrazaban, aullaban palabrotas o todo ello a la vez. En la nave estalló un
espontáneo aplauso surtido de vítores y ovaciones.
Aquella noche (según el horario
de la nave, que aún seguía el modelo de Vieja Tierra y que pronto tendrían que
abandonar), se convocó una fiesta en la que Marina no solo permitió hacer una
excepción al racionamiento, sino que además repartió varias botellas de vino
que había escondido para una ocasión especial. Se bailó, se rió, se ensalzó la
amistad, y en general se cometieron todos aquellos excesos que son propios
cuando uno está celebrando la salvación de su especie.
A la mañana siguiente fueron
muchos los que se despertaron en lugares variopintos, incluyendo camas ajenas,
con una resaca de órdago. Tras una jornada de relax y recuperación, comenzaron
los preparativos para hacer aterrizar a la Teseo y establecer la primera
colonia interestelar de la humanidad.
No fue una tarea ni fácil ni
sencilla, pero la moral era excelente, el liderazgo de Marina férreo pero
justo, y una vez que la nave se posó y fue estabilizada en tierra firme, a su
alrededor poco a poco se fueron levantando los hábitats, los invernaderos, las
fábricas y el resto de estructuras. El motor de antimateria fue utilizado como
central energética provisional mientras se montaban granjas fotovoltaicas y se
ponía en funcionamiento un reactor de fusión. Ningún mirmixeno les molestó ni
se acercó a ellos a menos de 100 metros, a
cambio, ningún humano interfirió con los asuntos de las tres colonias con las
cuales compartían territorio.
Un año después, aunque intentó
negarse, Marina fue elegida por mayoría absoluta como la alcaldesa de la recién
fundada Ciudadela. Quedaba mucho trabajo por hacer, como redactar una
constitución y un código legal que reemplazase a la normativa de la nave por la
cual aún se regían, reformar el calendario, decidir si era admisible volver a
utilizar los robot mirmixeno, etc.
En ocasiones, sobre todo cuando contemplaba el amanecer de aquella
estrella roja y etérea tan distinta del Sol, Marina se preguntaba qué sucedería
cuando, transcurridos 499 años terrestres, el cubo negro volviera a despertase. Ella no
estaría allí para verlo, pero tenía buenas sensaciones acerca de lo que
sucedería.
Escrito por Iván
Escudero Barragán
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