El Ser Supremo

 El Ser Supremo

Intenté salir de la secta por nonagéismo tercera vez, si los cálculos no me fallaban. Esta ocasión, me dije. La ocasión, la determinante, la que culminaría en éxito. Tampoco es que me quedaran muchas más opciones. A mi entender, lo había intentado todo.

Existen todo tipo de sectas, casi tantas como personas. Y en general, por el mero hecho de ser consideradas sectas, son lugares de los cuales es muy difícil salir. Pero esta secta mía, por sus especiales características, presenta aún más dificultades. Sus reglas están repletas de pequeñas acciones que realizas ya sin pensar, y por el mero hecho de actuar de ese y no de otro modo glorificas la Grandeza del Ser Supremo, el Magnífico, el que se halla por encima de todos los demás. Existen muchos Grandes Seres, por supuesto. Pero el Ser Supremo, el Magnífico, el que se halla por encima de todos los demás, es único. Como única es esta secta, porque pese a que he oído hablar de otras similares a la mía, esas otras son dirigidas por algún Gran Ser que nada tiene en común con mi Ser Supremo, el único cuya importancia debe preocuparme.

También he oído que hay gente que se ha salido de sus sectas, de esas que son tan similares y a la vez tan diferentes a la mía. Pero tampoco es que pueda ir por ahí y preguntarles. Primero, porque antes tendría que poder controlar mi capacidad motriz, cosa que por el momento parece imposible. Además de que tendría que encontrar el modo de eludir la vigilancia del Ser Supremo y de los otros Grandes Seres que a veces le acompañan, y cómo hacer eso es justo lo que quiero averiguar. Segundo, tendría que desarrollar también la capacidad de comunicar ideas complejas a los demás, cosa que de momento parece una labor más que imposible.

Así que nada de obtener la sabiduría de aquellos que lograron la libertad antes que yo (porque sí, una parte de mí sigue manteniendo la esperanza de escapar de esta secta que me vuelve loco). Solo puedo hacer uso de mis propias habilidades, por otro lado escasas, para lograr alcanzar el objetivo marcado: salir de la secta.

Para lograrlo creo que lo primero sería la observación. Tengo que fijarme bien en los actos y costumbres del Ser Supremo que todo lo ve y sus adláteres, los otros Grandes Seres. Entre otras cosas, debo aprender a diferenciar las sutilezas existentes entre uno y otros, tanto en su físico como en su comportamiento. Porque, a poco que te fijes, las hay a montones. No solo sus ropas varían entre sí y de día en día, sino que su color de pelo, estructura facial y tono de piel son diferentes entre sí.

El Ser Supremo tiene el pelo oscuro, largo en comparación con el resto, llegando a rebasar sus hombros cuando lo lleva suelto. Sus ojos son oscuros en color pero cálidos en su forma, y sus labios acostumbran a mostrar una sonrisa cada vez que cumplo con alguna de sus crecientes y a veces incomprensibles normas. Esa sonrisa es el gran obstáculo al que me enfrento; aunque los otros Grandes Seres también sonríen, cuando lo hace el Ser Supremo siento algo dentro de mí que me insta a esforzarme por superarme y lograr más de esas inestimables sonrisas.

Luego están los otros Grandes Seres, con sus sonrisas no tan cálidas y alentadoras (aunque también lo sean a su manera) y sus cabellos de todos los tonos imaginables. Una vez vino incluso un Gran Ser con el pelo de color azul, aunque estuvo poco rato y creo no haberle vuelto a ver.

Pero también hay unos Grandes Seres que no son tan Grandes, que parecen estar solo por encima de mí mismo en la jerarquía cósmica. Estos suelen venir acompañados, y no es habitual que les permitan estar mucho rato a mi alrededor sin la constante vigilancia de al menos uno de los Grandes Seres que sí son Grandes. Es como si hubieran ascendido a esa categoría hace poco y todavía estuvieran en periodo de prueba.

También sus acciones son diferentes, ya que nunca, nunca, les permiten alimentarme. Generalmente, de este tema (como en el asunto del baño) se encarga directamente el Ser Supremo. O, en caso contrario, el Gran Ser del pelo castaño corto y mirada amable que parece ser su mano derecha, con quien el Ser Supremo discute más a menudo los temas relacionados con mi bienestar.

Y es que, a base de observar y observar a los Grandes Seres, creo que voy descifrando los códigos que utilizan para comunicarse entre ellos, que son diferentes de los que usan para dirigirse a mí. Al principio pensé que esto se debía a que querían ocultarme información, mantenerme ignorante de cuanto sucedía a mi alrededor. Pero ahora me doy cuenta de que estaba equivocado. Solo se trata de un intento por su parte de hacerme entender las cosas, un lenguaje simplificado para que me sienta parte de todo. Pero pronto no será necesario. Pronto podré compartir ese lenguaje y utilizarlo para comunicarme con ellos, y por fin me convertiré en un Gran Ser que hace poco era pequeño. Pero seguiré aprendiendo y evolucionando, y ganaré para mí más de esas sonrisas cálidas del Ser Supremo.

La próxima vez que venga a verme, la próxima vez que me tome entre sus acogedores brazos y me acune pegado a su cuerpo utilizaré mi recién adquirida habilidad para comunicarme y le ofreceré la palabra que ahora sé que le corresponde. Llamaré al Ser Supremo "Mamá".



Escrito por Aránzazu Zanón

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