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El misterio de los cinco ceros

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 El misterio de los cinco ceros Al leer el mensaje que acabas de recibir en el móvil te quedas paralizado. Cinco ceros. Aunque te ha salido «número desconocido» estás convencido de que tienes que conocer a la persona que lo envía, que el mensaje es demasiado raro para que no sea así. Decides mirar en tu lista de contactos por si se te ocurre quién podría haber sido; aunque hay posibilidad de que sea cosa de un par de tus amigos para gastarte una broma, una vocecilla en tu interior te dice que no ha sido así esta vez. Por algún motivo que se te antoja inexplicable, sabes que el mensaje es real, no una broma. Abandonando el intento de adivinar quién lo envía decides centrarte en su significado. Cinco ceros. Cinco, como los dedos de la mano o los sentidos que tradicionalmente se considera que tiene el hombre. También podría significar algo en código binario. Pero no, quien te lo mandó debía saber que no tienes ni idea de esos temas. Quien sea que lo enviara tendría un mensaje que transmit

El discurso de investidura

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 El discurso de investidura El salón estaba en silencio. Pese a hallarse toda la familia reunida frente al televisor solo se oía el sonido de cuatro personas respirando. Incluso los niños, demasiado pequeños para entender lo que estaba pasando, parecían notar el aire de fatalidad que inundaba el salón. Según palabras del abuelo, el fin estaba cerca. Ninguno de ellos podía entender cómo aquella persona había accedido al poder. Sí, el país estaba en bancarrota como efecto secundario de la pandemia que había acabado con el 15% de la población del país. La gente estaba asustada bajo todos esos chistes de convertirse en chinos, y muchos temían salir a la calle por las revueltas. Pero para el abuelo aquello no era la solución. La familia contempló sobrecogida el avance del discurso de investidura, más restrictivo que lo que se había prometido durante la campaña. Ahora vivirían por siempre acompañados del toque de queda, y los trabajos se repartirían entre la población según los dictados del

Una lección de civismo

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 Una lección de civismo Érase una vez una época de gran control vecinal. Por la aparición de un virus se volvió peligroso estar con otras personas, y se dictaron normas restrictivas para reducir el riesgo al mínimo. Entre estas normas estaba la de quedarse en casa. Como muchos otros, Miguel respetaba en grado sumo tanto el peligro que suponía el virus como las normas que dictaban los gobernantes. No podía saber si la gente era obediente en sus casas, pero sí que podía observar la calle. Así que pasaba casi todo el día en su balcón, observando las idas y venidas de sus vecinos. No solo eso, sino que apuntaba y denunciaba a gritos cada transgresión que veía. Solo se podía salir a la calle individualmente, así que cada vez que veía a dos personas juntas empezaba a gritar. También lo hacía si veía a alguien paseando o sentado en un banco. ¿Qué hacía ese en la calle, con una bolsita pequeña de farmacia? Aunque estaba permitido salir a comprar medicamentos, le había visto demasiadas veces es

La Era de los Héroes

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  La Era de los Héroes    Hacía tiempo que Petra había asumido y aceptado su huida de la realidad a través del mundo de los videojuegos. Sus padres atravesaban los peores momentos de un divorcio especialmente turbulento, con su hermano pequeño intentando llamar la atención a base de meterse continuamente en problemas. Además, en el instituto tenía que lidiar con burlas debido a su sobrepeso y a sus intereses considerados "frikis". A Petra no se le daba bien hacer amigos, nunca sabía muy bien qué decir o cómo comportarse, y cuando estaba con otras personas fantaseaba con volverse invisible. Desde que su única amiga se había cambiado de ciudad y ya casi nunca hablaban, la soledad se había asentado en su vida. A sus 17 años Petra estaba sufriendo su versión personal de la tormenta perfecta. Así que no, no tenía el mejor reparo en entregarse incondicionalmente a cualquier mundo virtual que le ofreciese refugio.  Al menos, los aspectos materiales estaban a su favor. Disponía de

Cerrado por vacaciones

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 CERRADO POR VACACIONES Lamentablemente, un año más nos hemos encontrado la puerta de la trastienda cerrada. La ola de calor ha provocado que se hinche la madera de la puerta, provocando que nos sea imposible traspasarla para acceder a las historias que se esconden en los recodos de esta trastienda. Esperamos vernos de nuevo cuando bajen las temperaturas tras el verano, con un montón de nuevas historias que compartir.

El Ser Supremo

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 El Ser Supremo Intenté salir de la secta por nonagéismo tercera vez, si los cálculos no me fallaban. Esta ocasión, me dije. La ocasión, la determinante, la que culminaría en éxito. Tampoco es que me quedaran muchas más opciones. A mi entender, lo había intentado todo. Existen todo tipo de sectas, casi tantas como personas. Y en general, por el mero hecho de ser consideradas sectas, son lugares de los cuales es muy difícil salir. Pero esta secta mía, por sus especiales características, presenta aún más dificultades. Sus reglas están repletas de pequeñas acciones que realizas ya sin pensar, y por el mero hecho de actuar de ese y no de otro modo glorificas la Grandeza del Ser Supremo, el Magnífico, el que se halla por encima de todos los demás. Existen muchos Grandes Seres, por supuesto. Pero el Ser Supremo, el Magnífico, el que se halla por encima de todos los demás, es único. Como única es esta secta, porque pese a que he oído hablar de otras similares a la mía, esas otras son dirigida

Cuestión de tiempo

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  Cuestión de tiempo  Felicity abrió la pesada puerta que daba acceso a "La Guarida", un garito que le encantaba visitar. El lugar tenía todo aquello que apreciaba en un lugar como aquel, ambiente ruidoso y abarrotado, música rock de los ochenta y un camarero que sabía tirar bien la cerveza.  Se abrió paso como pudo hasta la barra y, tras conseguir capturar la atención del camarero, un tipo calvo, delgado y cuyo rostro evidenciaba una vida de excesos y un fuerte gusto por los piercings, le pidió una caña doble. Con un guiño, el hombre plantó delante de ella el frío vaso de cerveza salpicando con la espuma y lo acompañó con un cuenco de cacahuetes tostados con extra de sal, el clásico truco para provocar sed y asegurar nuevas rondas.  Felicity apenas le había dado un par de tragos a su cerveza cuando un chico joven de barba rala, mirada descarada, chupa de cuero falta de cuidados y engominado pelo negro se sentó intencionadamente a su lado. – No eres de por aquí, ¿verdad